OPINIÓN: Responsabilidad social corporativa y el silencio de los magnates
Nota del editor: Andrée Marie López Fernández obtuvo el grado de Doctorado en Ciencias Administrativas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, EGADE Business School, en 2015. Su línea principal de investigación es la responsabilidad social corporativa que converge con el estudio de valor agregado de stakeholders, estrategia, gobernanza corporativa, redes sociales, y comportamiento del consumidor. Es profesor investigador de la escuela de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Panamericana. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
(Expansión) – Decir que este año ha sido difícil es un eufemismo; parece que ha sido especialmente escabroso para la mayoría de nosotros, desde lo financiero a explosividad política, incertidumbre laboral, mayor inseguridad, hasta la violencia desvergonzada en lugares insospechados. Innumerables atrocidades impregnan nuestra sociedad.
La crueldad encubierta en las vidas que hemos perdido, la brutalidad detrás de la pobreza y hambre, animadversión detrás de la inequidad, despotismo detrás la aniquilación ambiental, y la vulgaridad detrás de la explotación laboral. ¿Sigo?
Ni hablar del severo fracaso de la responsabilidad social corporativa (RSC), estamos lejos de alcanzar la legitimidad lograda a través de una indudable rendición de cuentas. Al igual que cualquier grupo de interés de los negocios, las corporaciones son grupos de interés de la sociedad. Por lo tanto, ¿exactamente qué estamos haciendo para erradicar la crueldad que se esconde detrás de nuestro silencio?
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La responsabilidad social corporativa requiere de un abordaje holístico a las dinámicas de negocio donde se alinean los objetivos sociales y organizacionales. No es meramente altruismo o donación, tampoco es solo voluntariado; también, y téngame paciencia, definitivamente no es solo una buena estrategia de mercadotecnia.
Significa que las empresas actúan constantemente de manera consciente y proactiva hacia el crecimiento y desarrollo sostenidos del negocio y de la sociedad. El último concepto es clave, el crecimiento es insignificante si no hay desarrollo sustanciado que garantice la prosperidad.
nullLos líderes empresariales han conquistado efectivamente el arte de desarrollar indicadores de desempeño para cualquier objetivo posible. Han desarrollado exitosamente modelos para calidad total y un exceso de “recetas” estratégicas para lograr utilidades, venerada como prioridad máxima, para asegurar la longevidad de la empresa. Y, han logrado ejecutar imponentes estrategias de negocios que se pueden equiparar solo con una sinfonía impecable. ¿Entonces, por qué la responsabilidad social corporativa los elude?
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No me malinterpreten, la primera responsabilidad de un negocio debe ser la generación de utilidades; sin embargo, ya no es suficiente para que una empresa sea considerada de alto desempeño. La RSC es una tarea cuyo cimiento es la consideración absoluta de la vida.
Por ejemplo, la RSC es un asunto inerte toda vez que un líder empresarial se hace de la vista gorda a la violación de los derechos humanos, abuso del medio ambiente, cuando la pericia perfeccionada es descartada y a los colaboradores se les empuja lenta pero inexorablemente a la renuncia, todo en aras de las utilidades.
Aún más, las empresas de alto desempeño no juegan a la “papa caliente” con los temas sociales; los líderes en estas empresas, como personas de negocios, grupos de interés y ciudadanos del mundo, asumen la responsabilidad. Ellos no dicen repetidamente que los asuntos sociales son problema del estado ni hacen caso omiso diciendo “no es mi problema”.
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Aunque quitáramos los temas globales de la discusión, o macro asuntos, aún existen demasiadas transgresiones en instituciones y organizaciones que impiden a las empresas ser socialmente responsables.
Consideremos los siguientes escenarios: un supervisor le dice a un colaborador que no puede ingerir alimentos sino hasta que termine un trabajo urgente de último minuto; un colaborador es acusado de retirarse temprano tras haber terminado una jornada de ocho horas; un colaborador a quien se le acusa de mala actitud por hacer una pregunta; un colaborador a quien se le niega durante tres años un aumento de salario prometido, y un colaborador que es despedido por rehusarse a cometer fraude.
¿Parece arcaico? Lo es, no obstante, estas situaciones le sucedieron a varios colaboradores este año; aún más, todas ocurrieron en organizaciones grandes e importantes, y empresas en México, con la venia de los líderes empresariales.
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Estas situaciones también están acompañadas de micro-agravios, los cuales son acciones y frases que transgreden los derechos humanos y laborales de los colaboradores. Con frecuencia son maquillados de tal manera que lo dicho parece ser afable, inocuo, y/o broma en vez de ofensivo. Y, se comunican mayormente de arriba-abajo, lo cual significa que el agresor es usualmente jefe o supervisor del colaborador.
Consideremos los siguientes ejemplos de micro-agravios: “Te ahogas en tan poca agua”; “cuida tu trabajo, hay muchos afuera que lo quieren”; “menos mal que hay hombres aquí que hagan el trabajo bien” y “agradece que tienes trabajo”, entre otros. Sin duda, los micro-agravios se ejecutan para antagonizar a los colaboradores lentamente hasta que ya no pueden tolerar el clima laboral.
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Solo hay una cosa peor que las prácticas cuestionables y poco éticas y los micro-agravios: líderes empresariales que fomentan este comportamiento y/o no hacen nada para detenerlo. Las corporaciones, debido a micro-agravios y macro asuntos, se están quedando atrás y ya no son competitivas, de alto rendimiento, y con certeza no son socialmente responsables.
Entonces, en nombre de los grupos de interés actuales y en potencia, queridos empresarios: los vemos, escuchamos su silencio, y es inaceptable.
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