OPINIÓN: Si los censos del INEGI cantaran…
Nota del editor: Fernanda Diez-Torres es directora de Relaciones Institucionales del Centro de Estudios Económicos Espinosa Yglesias. La puedes seguir en Twitter como @Fer10Torres. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(Expansión) — Érase una vez que un servidor público fue destituido de su cargo por carecer del grado académico que presumía. Cuando se descubrió que no había realizado su tesis para obtener dicho grado académico fue cesado de su cargo.
Cuentan los memoriosos que fue secretario de Educación Pública en el breve lapso de diciembre de 1994 a principios del 1995. Tanto él como su jefe directo –el presidente de la República- pidieron disculpas a la ciudadanía por su falsa acreditación.
Más de 20 años después, el Senado de la República ratificó el nombramiento enviado por el ejecutivo federal para la vicepresidenta del INEGI , aun cuando el CV de la candidata estaba alterado. Dicho “tecnicismo” fue resuelto con una frase lapidaria: “nadie puede presentar su CV con una perfección incuestionable”, según el senador priista Patricio Martínez.
En un país donde la credibilidad en las instituciones públicas es cercana a cero; donde lo imposible es irrisoriamente posible, y donde ya hay demasiados frentes de descontento, desconfianza e ilegitimidad, el INEGI, institución constitucionalmente autónoma, de actuar incuestionable (hasta hoy), y con la altísima responsabilidad de censar-estudiar-reportar-analizar y contar las realidades de nuestro país, ha sufrido el embate de un misil en la figura de una nueva vicepresidenta.
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Del capricho del Ejecutivo, a la sumisión-complicidad del Senado, sin importar el atropello y oído sordo a las demandas ciudadanas, sin importar la falsedad y alteración del currículum de la novel consejera, y sin medrar la violación a los estatutos propios del INEGI.
La reputación de una institución construida a lo largo de 34 años, puesta en jaque sin más. ¿Razones? ¿Amiguismo, partidismo, negocios?
En la votación de ratificación, el Senado de la República optó por violar la ley y por mandar al diablo a las instituciones.
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Veinte años no es nada, dice el tango, qué diferencia de la actitud de hace 20 años a la de hoy. Ojalá, que quien hoy empieza con el pie izquierdo, tropezando y sin -presumiblemente- cumplir con los principios de transparencia, objetividad e independencia, logre autocorregirse y guiarse por el camino del bien hacer; esperar su renuncia, obedecería a aves de más alto vuelo.
Mientras tanto, tal vez en el INEGI hoy se canta en lugar de contar…
¡Paloma negra, Paloma negra! / Ya me canso de llorar y no amanece, ya no sé si maldecirte o por ti rezar…
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