OPINIÓN: Así usan los políticos a Hollywood (y Hollywood a los políticos)
Nota del editor: Timothy Stanley es historiador y columnista del diario británico The Daily Telegraph. Escribió el libro Citizen Hollywood: How the Collaboration Between LA and DC Revolutionized American Politics. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) — La historia de Harvey Weinstein trata sobre la convergencia de las pasiones con el poder. Es una de las razones por las que por temor a que un Calígula se vuelva emperador, no tenemos emperadores. Weinstein era el eje de una red de poder empresarial y político, situación que podría provocar que cualquiera quede por encima de la ley. Eso es antidemocrático. Hablando de ideales, es antiestadounidense. Es la razón por la que la ley y la cultura tienen que oponerse a la concentración del poder en manos de alguien.
Weinstein, quien probablemente sea el productor de cine más importante de los pasados 30 años, está acusado de acoso sexual, de abusar y violar a mujeres. Las descripciones de su presunta conducta (en la revista estadounidense The New Yorker y en el periódico The New York Times ) indican los síntomas clásicos de un psicópata: correr riesgos, manipular inteligentemente y falta de vergüenza.
En una grabación que, según se reportó, se hizo como parte de un operativo policiaco, se puede escuchar a Weinstein amenazando y rogándole a una modelo italiana que entrara a su habitación de hotel. Ella se negó. Con base en varios relatos de otros presuntos incidentes en los que Weinstein estuvo involucrado, si hubiera cedido, tal vez la hubiera obligado a verlo ducharse o a participar en un acto sexual (conductas que otras mujeres han relatado públicamente) o tal vez la habría abordado por la fuerza.
En los encuentros que estas mujeres han revelado, no hubo afecto; se dice que Weinstein usualmente se comportaba como si nada extraordinario hubiera pasado. Algunas víctimas afirman que no se excitaba con el sexo, sino con el poder. Como dijo el villano de The Stepford Wives, una cinta sobre hombres que asesinan a sus esposas y las reemplazan con esclavas sexuales robóticas, la gente poderosa hace esta clase de cosa "porque podemos".
Meryl Streep hizo noticia cuando habló de la autoridad de Weinstein: lo describió como Dios; ahora, ella dice que los reportes sobre su conducta son "vergonzosos". Cuando se habla de cualquier clase de escándalo de Hollywood, se puede caer en la tentación de considerarlo —o incluso de restarle importancia— como una "cosa de Hollywood", algo típico de un sitio que puede ser glamoroso y sórdido, titánico e insignificante a la vez.
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¿Acaso los magnates del cine de antaño no abusaban de sus estrellas? Seguramente. ¿Acaso no es tristemente sabido lo que la gente hace por obtener un papel en Hollywood? Seguro. Alguna vez viví allí y nunca dejó de asombrarme cómo los actores que estaban desesperados por salir en una película tenían en un pedestal a gente que hacía mayormente películas malas. A veces daba la impresión de que habías entrado en una realidad alterna.
Da la impresión de que los conservadores están encantados con este escándalo porque demuestra lo que siempre sospecharon sobre la hipocresía liberal. Pero a ellos también les encanta Hollywood, aunque no lo reconozcan. Steve Bannon, exjefe de asesores de Trump, fue productor de Hollywood. El mismo Trump figuró en un par de películas antes de su gran éxito en televisión, The Apprentice.
Si los republicanos no ganan tanto dinero con Hollywood como los demócratas, tal vez obtengan más votos porque lo atacan. La relación entre Hollywood y Washington es constante y conflictiva.
Cuando se dio a conocer por primera vez la conducta de Weinstein, él escribió un comunicado en el que se comprometía a someterse a terapia (como si él fuera la víctima), pero también a dedicar todas sus energías a derrotar a la Asociación Nacional del Rifle. Eso te dice todo lo que tienes que saber sobre la duplicidad cobarde y desvergonzada de muchos supuestos guerreros de la cultura profesional. Usan el partidismo como cortina de humo.
Los conservadores cristianos ignoran las bien documentadas afrentas y las actitudes de Trump ante las mujeres porque, bueno, pues porque está de su lado. Weinstein intentó desesperadamente evitar volverse un paria al recordarles a los demócratas que, a pesar de todos sus defectos, es uno de ellos.
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Ahora, los conservadores exigen que se castigue de alguna forma a Hillary Clinton por estar relacionada con Weinstein, como si, de alguna manera, ella fuera responsable de lo que hizo, como ocurrió con la infidelidad de su esposo. La política distrae de las cuestiones morales más simples, pero más importantes. Weinstein es un ejemplo típico del hombre rico al que se toleró demasiado tiempo.
Mi estancia en Hollywood me enseñó que la gente del cine suele ser irracional y ególatra, definitivamente, pero son tan vulnerables como todos los demás. En esos momentos en los que Weinstein presuntamente humilló a sus víctimas, de repente dejaron de ser las estrellas a las que vemos como objetos y se revelaron como seres humanos que reaccionaron con horror, en la mayoría de los casos, y se resistieron, en unos cuantos.
Lee sus relatos, verás que Weinstein es importante no solo porque es una historia sobre Hollywood, sino porque es una historia cotidiana que ocurre en todas partes de nuestra sociedad profundamente defectuosa.
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