OPINIÓN: En inversiones, la Ley de Murphy no es como la pintan
Nota del editor: Iván Barona González estudió Administración y Finanzas en la Universidad Panamericana. Comenzó su carrera en GBM Grupo Bursátil Mexicano en 2004 como analista de vivienda y luego se enfocó en la cobertura del sector de infraestructura. Desde 2012 ocupa el cargo de Director de GBMhomebroker. Las opiniones en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) — Muchos de nosotros estamos familiarizados con la Ley de Murphy desde una connotación negativa, este principio empírico encuentra su base en el enunciado: “Si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal”. A pesar de que esta es la versión que popularmente se conoce, se dice que Edward Murphy nunca la pronunció como tal.
Hace un par de años en la película Interstellar de Christopher Nolan, el personaje de Matthew McConaughey (Cooper) hace referencia a dicha ley enfatizando su naturaleza neutral: “La ley de Murphy no significa que vaya a pasar algo malo, sino que, si algo puede pasar, pasará”. Es con este antecedente que me gustaría abordar un tema central en las finanzas: el riesgo.
En un sentido amplio, el término riesgo se refiere a la posibilidad de obtener un resultado diferente al esperado. Por obvias razones, siempre nos ha preocupado más que difiera de forma negativa (asociado a una pérdida) que su manifestación positiva, también conocida como upside risk.
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En el mundo de las finanzas se ha designado por convención a la desviación estándar como medida de riesgo. En estadística la desviación estándar se define como una medida de la dispersión de datos con respecto a un valor promedio. En otras palabras, qué tan diferente puede ser un resultado contra lo que usualmente se observa, o lo que se esperaría de manera frecuente.
Una aplicación de la desviación estándar nos podría arrojar qué tanto se han desviado los retornos observados de un activo contra su promedio en un determinado horizonte de tiempo.
Siguiendo la idea de que un mayor retorno implica necesariamente un mayor grado de riesgo, por la teoría de portafolios, entendemos que la solución no radica en eliminarlo, sino en optimizar las combinaciones de activos que puedan redundar en un mayor retorno por unidad de riesgo.
En esta ocasión hablaremos de un par de herramientas que suelen apoyar para el manejo del riesgo: diversificación y tiempo.
Diversificación
Por un lado, supongamos que tenemos dos instrumentos financieros, cada uno con un determinado riesgo asociado y retorno esperado. Mientras la correlación entre estos dos no sea perfecta, es decir, que las variables se muevan en mismo sentido y magnitud, cualquier combinación de estos dos brindará un mayor retorno esperado por unidad de riesgo asumida.
Si asumimos que el índice S&P 500 mantendrá un comportamiento similar al observado de forma histórica, donde en horizontes de 5 años ha visto un rendimiento compuesto anual de 7.4% de 1937 a la fecha, con una desviación estándar compuesta de 6.6%, veamos cómo se comportaría su rendimiento esperado y escenarios de riesgo, si lo combinamos con un instrumento libre de riesgo como el bono de 10 años de EU, el cual hoy en día brindaría un retorno de 2.31%.
En nuestra simulación, un portafolio con solo renta variable (índice S&P 500) tendría un rendimiento esperado de 7.4%, con un escenario optimista de 20.5 y uno negativo de -5.7% en un horizonte a un año.
A medida que se reduce la ponderación en renta variable y se aumenta el componente libre de riesgo, el escenario pesimista pasa de -5.7% a -0.1% (casi eliminándolo por completo). Cuando en el portafolio hay una participación de 30% en renta variable y 70% en el bono de 10 años, el rendimiento esperado se contrae a 3.8% (desde el ejemplo anterior de 7.4%), al igual que el optimista que alcanza 7.8% (desde 20.5%). Elegir es renunciar.
Tiempo
Nuestro otro gran aliado para poder reducir el riesgo es el plazo. Dentro del análisis que realizamos en el S&P 500, por los últimos 80 años, vimos cómo en ventanas de tiempo los suficientemente amplias, se va reduciendo la probabilidad de incurrir en una pérdida.
Es decir, se podrán atravesar etapas con minusvalías, pero la ciclicidad del mercado , así como de la economía, aunada al valor que brinda el interés compuesto, ha redundado en resultados favorecedores para los inversionistas pacientes.
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En intervalos de 10 años, la mayor caída registrada equivale a una pérdida anual compuesta de 6.2%, si bien no es cosa menor, si ampliamos el escenario a 15 años, el menor retorno equivale a un +0.5% anual compuesto (+7.90% efectivo) y en 20 años un retorno anual compuesto de +2.1% (+52.9% efectivo).
Si bien la base de este ejercicio toma ciertos supuestos como la normalidad en la distribución de los rendimientos, así como basarnos en comportamientos históricos, lo cierto es que la consistencia en los resultados debería brindar un grado de tranquilidad al inversionista.
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