OPINIÓN: Mostrar empatía hacia quien ha sido víctima de la violencia sexual
Nota del editor: Adriana Castro tiene una especialidad en Psicología de la Creatividad por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es fundadora de Call to Action: Empresas Felices. Síguela en Facebook . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(Expansión) – Este año, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer coincide con la presencia tangible del movimiento #MeToo.
Esta iniciativa se viralizó en octubre de 2017 a raíz de que la actriz estadounidense Alyssa Milano hizo un llamado para dar voz a víctimas de acoso y violencia sexual, principalmente de la industria del cine. Más de 70 actrices, en su mayoría estadounidenses, se sumaron a través de denuncias vía el hashtag “MeToo”.
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Posteriormente, en febrero de este año, la periodista Carmen Aristegui entrevistó a varias actrices mexicanas que hicieron públicas denuncias de acoso sexual. El movimiento en nuestro país se identifica con el #MeTooMx.
Esta iniciativa pone sobre la mesa el problema de la violencia sexual, que impacta a todo tipo de personas sin importar edad, sexo o nivel socioeconómico.
El acoso sexual -de acuerdo con el Protocolo para la prevención, atención y sanción del hostigamiento sexual y acoso sexual del Instituto Nacional de las Mujeres- representa una forma de violencia con connotación lasciva en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos.
Por ahora no queda claro qué impacto tendrá el movimiento #MeTooMx en el país y #MeToo en el mundo. Hay quienes desean que esto trascienda de un nivel mediático a una legislación y políticas públicas a favor de la salud y seguridad para prevenir el hostigamiento y acoso sexual.
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Entender la complejidad de esta problemática es un reto enorme para mí, así que en esta ocasión prefiero abordar el tema desde lo que a nivel sociedad o más específicamente, a nivel personal, podemos hacer para apoyar esta iniciativa.
Al investigar más acerca del movimiento, resulta que existe desde 2006 gracias a Tarana Burke, una activista que inició la campaña “Me too” (Yo también).
Ella comenta que este par de palabras son valiosas porque alguien se las dijo al momento en que confesó que había sido víctima de violencia sexual y eso detonó el inicio de un proceso de sanación en su vida personal.
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Desde hace más de 10 años, Tarana trabaja con mujeres que han sufrido violencia sexual. Actualmente es la directora de la ONG Girls for Gender Equity .
En todos estos años de trabajo, la activista comprendió que una emoción que genera un peso grande en las víctimas de violencia sexual es la vergüenza, y que un recurso que ayuda significativamente a iniciar un proceso de recuperación es recibir empatía por parte de las demás personas.
Esta es la clave con la que podemos empezar a generar un cambio positivo: mostrando empatía hacia quien ha sido víctima de la violencia sexual.
La empatía se refiere a ponernos en en lugar de la otra persona.
nullProbablemente en este punto pensarás ¿Cómo me pongo en los zapatos de alguien que ha sido víctima de la violencia sexual si he tenido la fortuna de no haber vivido esa lamentable experiencia?
Brené Brown, investigadora de la Universidad de Houston en Estados Unidos, señala que el efecto más aniquilador de la vergüenza es que nos hace sentir que “no somos suficientes”.
Plantea que todas las personas hemos sentido vergüenza en algún momento, dado que vivimos en una cultura exigente que no acepta los errores o las imperfecciones.
Al llegar a este punto, me acuerdo de lo que he llegado a pensar de mí cuando las cosas van mal: “no he sido la empresaria que debería”, “cometí un error y perdí al cliente”, “no soy suficientemente inteligente”, “no estudié una maestría”, “permanecí por años en una relación de pareja violenta”, “soy débil”, “soy imperfecta”.
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Bajo esa perspectiva, probablemente todos hemos sentido vergüenza.
Brown dice que es algo inherente al ser humano y que si sentimos esa emoción es una señal de que somos personas “funcionales”, ya que solo los sociópatas no sienten vergüenza.
Así que si alguna vez una persona te comparte que ha sido víctima de violencia sexual, lo mejor que puedes hacer es escucharla sin juzgar.
Si ella te menciona que esto le hace sentir vergüenza, podrías generar empatía confesando “yo también he sentido vergüenza”, “yo también he sentido que no soy suficiente”.
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Tarana Burke dice que aquella conversación en la que fue escuchada y recibió un “yo también” de la otra persona, comenzó su proceso de recuperación.
Aumentar nuestros niveles de empatía puede hacer una diferencia en la que pongamos nuestro granito de arena para la solución de este problema.
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Recordemos lo que la escritora Maya Angelou planteó: “He aprendido que la gente olvidará lo que dijiste, también olvidará lo que hiciste, pero jamás olvidará cómo la hiciste sentir”.
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