OPINIÓN: En su lucha contra Corea del Norte, Trump puede quedarse sin aliados
Nota del editor: Nic Robertson es editor de CNN para asuntos diplomáticos internacionales. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — De acuerdo con el presidente de Corea del Sur, fue un milagro; sin embargo, la oleada repentina de buena voluntad entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y Kim Jong Un, de Corea del Norte, podría originarse en los insultos que se han proferido.
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Ahora, todos se preguntan si Trump confundió a los expertos, si finalmente dio un golpe letal con su grandilocuencia o si cuando menos aturdió a su oponente y logró que accediera a reunirse con él.
Kim Jong Un ciertamente puso atención cuando Trump lo llamó "hombrecito de los cohetes" en septiembre pasado desde el altar de la diplomacia, la Asamblea General de Naciones Unidas.
Kim respondió en los medios coreanos; dijo que Trump es un "viejo lunático" y "trastornado", con lo que reveló una faceta peligrosa de su temperamento volcánico.
Los combates verbales son la táctica predilecta de Trump. Pocos líderes están preparados para meterse al cuadrilátero con él. Pero Kim lo estaba. El líder del reino ermitaño dice que está decidido a fabricar armas nucleares y misiles balísticos capaces de llegar a Estados Unidos.
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Nada de lo que ha hecho hasta ahora cambia esta narrativa. Sin embargo, esta semana, tras años de ignorar a la comunidad internacional y de matar de hambre a su pueblo para desarrollar su programa de armas, sostuvo pláticas relativas a la suspensión de dicho programa con unos funcionarios surcoreanos.
¿Será que funcionaron las arengas hirientes de Trump?
En la cuestión de Corea del Norte, Trump heredó un desastre. La presidencia de Obama terminó cuando empezó a ser urgente abordar la cuestión de que Kim estaba a punto de obtener un arma nuclear. Lo más probable era que Corea del Norte fuera la primera gran prueba diplomática de Trump.
Nunca sabremos cómo habría manejado Hillary Clinton a Kim si hubiera llegado a la presidencia. Estados Unidos tomó un camino diferente y gran parte del mundo ha estado a la expectativa desde entonces. Tal vez ya sea hora de tranquilizarse.
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Aunque Trump es poco diplomático, no solo parece que ha llamado la atención de Kim, sino que encontró una forma de frenarlo un poco.
Habiendo dicho lo anterior, es muy difícil saber qué pasa debajo del peinado de Kim. Es muy posible que sus pláticas con Corea del Sur sean parte de su vieja estrategia: fingir que va a hacer algo para ganar tiempo y luego seguir con su programa como si nada.
Es probable que Kim crea que ya forma parte del club de países con capacidad de construir armas nucleares y las negociaciones se centrarán en afianzar la aceptación internacional de este hecho.
No solo Kim puso atención a la estrategia con la que Trump lidió con Corea del Norte. China y Rusia estaban atentos mientras Estados Unidos intensificaba los ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur y Japón.
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Esto enfureció a los diplomáticos de Beijing y Moscú, quienes acusaron a Trump de desestabilizar la región. Ambos gobiernos quieren que las unidades militares, los soldados, los buques de guerra y los sistemas de misiles estadounidenses salgan de la región, aunque pese a su beligerancia moderada respecto al daño que Trump estaba haciendo a la diplomacia, queda claro que lo que en verdad quieren es que haya menos interferencias en lo que para ellos es su patio trasero.
El año pasado fue desconcertante para todos los involucrados. Nadie sabe qué pasa por la mente de Trump. Miren por ejemplo a su propio secretario de Estado, Rex Tillerson, quien se echó en hombros una enorme responsabilidad diplomática al viajar a Beijing un fin de semana para presionar a China para que implemente totalmente las sanciones económicas sobre Corea del Norte. Tillerson acababa de volver a Estados Unidos cuando Trump tuiteó que su máximo diplomático bien pudo no haberse molestado en ir. Trump ha insistido en esto más de una vez; afirma que no necesita diplomacia, que las fuerzas armadas pueden encargarse; que no necesita a Tillerson porque es él quien toma las decisiones.
Sin embargo, Trump se acerca más a lo que quiere cuando no hace ruido. Es verdad que estas negociaciones ocurrieron porque Corea del Sur extendió una cordial invitación a los atletas norcoreanos a competir en las Olimpiadas de invierno. La pregunta del millón es si Trump creó o no las condiciones para este acercamiento. La respuesta a esa pregunta será crucial para saber si los demás involucrados en este duelo diplomático respaldarán a Estados Unidos más adelante.
nullChina nunca ha estado muy de acuerdo con las sanciones estadounidenses sobre Kim. Por otro lado, Rusia ha estado maniobrando para sus propios intereses: da la impresión de ser un aliado clave en el proceso de implementación de sanciones mientras rompe dichas sanciones al enviar carbón norcoreano a Corea del Sur y Japón en secreto .
Negar la diplomacia podría tener consecuencias desagradables para Trump. Parece que tanto China como Rusia, que se quejan de los peligros de las acciones de Trump, han encontrado la forma de lidiar con su aparente impredecibilidad.
El que Kim haya decidido participar en las pláticas no es un éxito en sí. El resultado y los cambios tangibles y verificables que se produzcan serán mucho más importantes.
Julie Bishop, ministra del Exterior de Australia, advirtió de los riesgos posibles. "Corea del Norte ha entablado acuerdos antes y luego no los cumple", señaló.
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A final de cuentas, todo esto dependerá de la capacidad de Trump para influir en una coalición que respalde lo que surja de dichas negociaciones. Esa será la gran prueba. En su búsqueda de aliados, lo atormentarán los insultos que ha proferido y la guerra comercial que se espera como consecuencia de sus aranceles al acero y al aluminio .
Malcolm Turnbull, primer ministro de Australia, dio a entender que estos aranceles podrían suscitar reacciones que trasciendan al ámbito comercial; dijo que estaban injustificados para equilibrar el comercio con los intereses económicos y estratégicos en general.
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Trump podría encontrarse una vez más en el cuadrilátero con Kim, intercambiando indirectas e insultos, sin tener a alguien en su esquina para que arroje la toalla.
El mundo está conociendo a Trump. Aunque no cabe duda de que Trump evalúa lo que ve y ajusta sus ataques en consecuencia, parece que el mundo está dejando de ser como él creía.
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