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OPINIÓN: Cómo castigar a los amigos ricos de Putin

Las sanciones económicas han tenido efectos devastadores en la economía rusa desde que se impusieron por la anexión ilegal de Crimea, opina Sam Kiley.
mar 17 abril 2018 12:00 PM
Vladimir Putin
Sanciones económicas Los esfuerzos por castigar a la oligarquía que ayuda a Putin a controlar su país (y a inmiscuirse en otros) han rendido frutos, señalan analistas. (Foto: POOL/REUTERS)

Nota del editor: Sam Kiley es corresponsal internacional sénior de CNN. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — Elegante. Este concepto singularmente británico tiene sus raíces en la mitología que compone el que podría ser el producto de exportación más exitoso de Reino Unido. Apesta a salas de armas y cuero; a oporto, labradores mojados y tweed viejo. Está personificado en la confianza lánguida de la aristocracia británica.

Si alguna vez ha existido una sanción que podría tener un efecto real en los amigos oligarcas de Vladimir Putin , es impedirles que escalen las montañas sociales que los llevan a las alturas embriagadoras de la elegancia.

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Las sanciones económicas han tenido efectos devastadores en la economía rusa desde que se impusieron por la anexión ilegal de Crimea. Los esfuerzos subsiguientes por castigar a la oligarquía que ayuda a Putin a controlar su país (y a inmiscuirse en otros) han rendido frutos.

Oleg Deripaska, director de los gigantes del aluminio Rusol y EN+, ha visto cómo las acciones de sus empresas caen drásticamente tras las sanciones que le aplicaron a principios de abril . A los multimillonarios les afectan poco estas circunstancias porque su capital tiene muchos ceros. Pero si los pateas en sus pretensiones sociales, podrías hacerlos llorar.

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Vender el sueño del ascenso social ha sido un producto británico de exportación desde hace generaciones y sirve para mantener el estilo de vida al que los ricos elegantes creen que tienen derecho.

La aristocracia británica siempre ha sido buena para vivir del capital de los demás. Tan solo piensen en los Astor. Reino Unido absorbió en un par de generaciones a estos comerciantes de pieles estadounidenses del siglo XIX y ahora son "encopetados" a toda ley.

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Esta imitación de lo que los oligarcas ansían se vende mejor a través de series de televisión como Downton Abbey. Y se vende bien. Es la versión burdelesca de un Reino Unido que se ha vuelto la lavadora económica y social más elegante del mundo. Un magneto cargado de energía de la discreta City de Londres, el centro financiero más grande del mundo. Obtiene aún más energía de la promesa de una vida en los pisos superiores de Downton, si no para los nuevos ricos vulgares, para su progenie… una vez que se haya pulido en una costosa escuela privada.

No sorprende que los oligarcas rusos, amigos o enemigos de Putin por igual (así como los multimillonarios de todo el mundo) hayan emigrado en hordas a la capital de lujo a la que ahora muchos llaman Londogrado.
Ejércitos de agentes gubernamentales, corredores de Bolsa y contadores están dispuestos servicialmente a limpiarles su dinero legalmente.

Puedes comprar el derecho a vivir en Reino Unido e incluso la ciudadanía británica. Por 10 millones de libras puedes conseguir una visa que te permitirá solicitar la residencia permanente en tan solo dos años o tres años si la inversión es de cinco millones de libras; quienes solo puedan recaudar un millón de libras, necesitarán cinco años de residencia para tener derecho a la residencia permanente. Es muy buen trato si la policía secreta te pisa los talones y has metido unos cuantos miles de millones de dólares a cuentas en el extranjero antes de que Putin (o alguien por el estilo) llegue tocando a tu puerta. Es más, ¡puedes invertir en propiedades británicas!

nullEn consecuencia, en las grandes mansiones victorianas que bordean las terrazas de Notting Hill ahora resuenan las remodelaciones interminables y la transformación de los sótanos en albercas subterráneas y salas de cine para esta clase advenediza. Una vez que el oligarca se muda a la zona más elegante de Londres llegan los proveedores de la elegancia. Muy pronto, un muchacho no muy brillante pero muy sonriente, que ha asistido a una escuela privada respetable (a la que los británicos llaman falsamente "escuela pública"), llegará a venderle clases de tiro a Igor.

A esto seguirán los viajes para cazar urogallos y faisanes. Imitaciones teatrales de la vida de Downton que se ensayan, por ahora, lejos de las miradas de los aristócratas auténticos. Pronto llegarán las invitaciones a ser miembro de los clubes privados de Mayfair, que parecen elegantes casas de campo británicas. A Igor el oligarca ya le gusta la vida elegante, pero todavía no puede disfrutarla. Es un placer que tendrá que comprar… para sus vástagos. Igor tendrá que quitarse sus pants de nylon y vestirse con un atuendo hecho a la medida, camisas de Jermyn Street y un par de zapatos de cuero que hagan juego. Sin embargo, su aire de mafioso no se puede ocultar: deshacerse de él tomará una generación.

La aristocracia solía burlarse de los nuevos ricos de la revolución industrial. Los dueños de las minas de carbón, los fabricantes de alfombras y los ingenieros tenían acentos regionales horrorosos. Pero la sociedad culta los absorbió muy pronto, especialmente si la caza en sus terrenos era buena, si tenían una buena cava de vinos y algunos hijos ricos para casarlos con los hijos de los aristócratas que eran demasiado raros, feos o estúpidos como para encontrarles trabajo en el clero o en el Ejército. Sin embargo, para integrarse totalmente, los hijos y las hijas de los extranjeros ricos tienen que lavarse, tallarse y moldearse en una escuela pública.

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Es tan buen negocio que algunas de las escuelas más importantes tienen promotores en Rusia, Singapur, China y Estados Unidos. Unos 2,300 alumnos de Rusia o hijos de rusos residentes en Reino Unido asisten a las escuelas privadas del país; algunas cuestan más de 50,000 dólares al año, según el Independent Schools Council.

Para cuando salgan, serán expertos en las artes oscuras del cricket, en la forma más galante de arrancarle las orejas a los oponentes en el rugby y en cómo moverse y pensar con la confianza fácil de los aristócratas británicos.

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Para entonces, la transformación estará terminada: Iván, el hijo de Igor, se habrá convertido en un pretencioso insoportable.

Tal vez puedas llamar su atención si amenazas con quitarles todo eso acabando con los negocios que llevan a los empresarios menos atractivos del mundo a Londres… y haciéndoles ver la posibilidad de que los niños ruso-británicos recién salidos de las escuelas privadas se vean obligados a regresar a "casa".

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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