OPINIÓN: Los aliados reaccionarán a los actos de Trump con ira y represalias
Nota del editor: Nic Robertson es editor de CNN para asuntos diplomáticos internacionales. Síguelo en Twitter como @NicRobertsonCNN . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Con cualquier tragedia, hay desconcierto. Eso es lo que los aliados de Estados Unidos están sintiendo. Pronto surgirán otras emociones: ira, resentimiento y probablemente, el deseo de venganza.
La tragedia para los aliados de Estados Unidos es que 70 años de relaciones mutuamente beneficiosas, que favorecían a la seguridad, se están derrumbando.
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El desconcierto es peor porque el atacante está adentro. Incluso antes de su llegada a la cumbre del G7, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaba arrojando granadas diplomáticas. Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Japón e Italia debieron haberlo anticipado.
En los días previos a la reunión en Canadá, Trump, el líder de la alianza, había estado haciendo comentarios cada vez más cáusticos sobre los aranceles comerciales . Los aliados de Estados Unidos estaban defendiéndose. Luego, momentos antes de partir de Washington a Quebec, pidió al G7 que volvieran a admitir a Rusia para que volviera a ser el G8.
nullFue una distracción inesperada e intencional, uno de los rasgos cada vez más frecuentes de la diplomacia abrasiva de Trump para quitarle tiempo a los temas más urgentes.
En el programa nunca se contempló tocar el tema de la participación de Rusia. Expulsaron a ese país hace cuatro años por haber invadido a Ucrania y por la anexión de Crimea.
Trump estaba transmitiendo su estrategia beligerante desde antes de que aterrizara en Canadá. Otras señales fueron que llegó tarde, que no se presentó a tiempo a algunas reuniones y que se fue antes que los demás.
Esta fotografía que se tomó en plena reunión dice más que mil palabras y es un indicio de lo que pasaba tras puertas cerradas.
nullTanto la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hablaron de las dificultades de las negociaciones, pero su objetivo era que todos firmaran el comunicado conjunto, la lista de acuerdos. En palabras de Macron, "marca el deseo colectivo de estabilizar las cosas".
Tras abandonar la reunión antes de tiempo, Trump tuiteó que no firmaría el comunicado y atacó al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Esta maniobra fue la más elocuente y amplificó su abundante desdén por sus aliados.
Ahora, esos aliados tienen un amargo sabor de boca. Ahora surgirán las preguntas que no se hacían antes: "¿Cómo es que no lo vimos venir?". "¿Desde cuándo nos desdeñan?". Ahora, los aliados de Estados Unidos se topan frente a frente con el distanciamiento y la separación.
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Todavía no hemos llegado a eso, pero cuando uno de los aliados se sale del guion, suscita dudas entre los demás. El fracaso de la cumbre del G7 se ha vuelto el catalizador. Los problemas que se habían estado gestando salieron a la superficie y es imposible ocultarlos.
Ha llegado a aceptarse que este es el estilo de Trump: echar por tierra el viejo orden y crear estructuras nuevas desde el caos. Justo antes de la cumbre del G7, se captó a Boris Johnson, secretario del Exterior de Reino Unido, diciendo : "Cada vez estoy más convencido de que hay método en su locura".
Hablando de la forma en la que Trump manejaría el brexit, dijo: "Entraría con todo… Habría toda clase de rupturas, toda clase de caos. Todos pensarían que se volvió loco. Pero, en realidad, llegarías a algo".
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Dentro del G7, según su propio tuit, Trump se llevó muy bien con el nuevo primer ministro populista de Italia, Giuseppe Conte. Pero ni Johnson ni Conte representan lo que piensa la mayoría de sus aliados.
Entonces ¿cómo sería el nuevo orden post-G7, a falta de un acercamiento expedito?
A corto plazo, la guerra comercial se intensificará. Si nada cambia, tal vez Europa se aleje de Estados Unidos y la energía y la seguridad regional se volverán de dominio exclusivo. Será un futuro en el que Rusia se sienta menos atrapada por su temor a la movilidad de la cortina democrática y en el que China, sin las limitaciones impuestas por una alianza que se oponga a su expansionismo, se abra y emprenda aventuras cada vez más audaces en el exterior.
Pero no tiene que pasar nada de esto. Lo que los aliados de Estados Unidos se preguntan ahora es si Trump es Estados Unidos. Sin importar quién sea presidente, ¿esto es con lo que tienen que lidiar?
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El senador republicano John McCain y el exdirector del FBI, James Comey, dijeron rápidamente que no.
Los aliados del G7 se enfrentan a una realidad que ellos mismos eligieron. Estados Unidos se está aislando mientras Trump reemplaza la diplomacia tradicional con el acoso, respaldado por un ejército de representantes.
Nada de eso convence fácilmente a los aliados, lo que podría significar que Trump tendrá problemas más adelante.
Los aliados son aliados porque cuando los necesitas, están ahí. Se los puede moldear apelando a su ego, no provocándolos.
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Sin embargo, ninguno de los líderes del G7 actúa solo. Solo pueden respaldar a Trump si en su país tienen el capital político para hacerlo. En ese frente, Trump está obstaculizando su propio poder.
Macron trató de convencer a sus electores de aceptar a Trump, pero eso se vino abajo por los aranceles hace unas semanas. May, de Reino Unido, está preparándose para las protestas multitudinarias en julio, cuando Trump viaje a Reino Unido para reunirse con ella y con la reina. Ha recibido críticas por su cercanía con Trump y, en vista de que su postura política es débil, estará bien consciente de que la carrera política de Tony Blair quedó trunca por haber respaldado a George W. Bush en Iraq. El año pasado, más de 1.8 millones de británicos firmaron una petición en la que exigen que se le niegue la audiencia real a Trump.
Después de la reunión en Quebec, cuando los aliados reaccionen a las afirmaciones de Trump sobre el desequilibrio comercial, la decepción y la desilusión alcanzarán rápidamente al electorado estadounidense.
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La división solo genera más división.
La relación de los aliados con Estados Unidos ya está cobrando nueva forma. Nada es irreversible aún, pero Trump está acelerando hacia el punto sin retorno.
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