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OPINIÓN: Ni los ciclos, ni las teorías, la economía la define la sociedad

La consecución de sucesos económicos a lo largo de la historia se han registrado por excesos del ser humano y malas prácticas en el manejo de la economía y la política, opina Francisco Coll Morales.
dom 11 noviembre 2018 07:05 AM
Sociedad y economía
Agentes económicos. No debemos olvidar que la economía nunca ha dejado de ser una ciencia social, una ciencia social en la que intervienen determinados colectivos, opina Francisco Coll Morales.

Nota del editor: Francisco Coll Morales es Director de Desarrollo Global y Alianzas Estratégicas de HAC L&M School. Economista y Analista económico para el Foro Económico Mundial, Forbes, Huffpost, Economipedia, entre otros. Analista de Mercados en el NASDAQ en Nueva York. Top 10 Blogger mas influyentes en “Economía y Negocios” de España por el periódico 20Minutos. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(Expansión) - Muchos economistas han intentado definir el comportamiento de la economía a base de teorías y ciclos de comportamiento económico. La historia demuestra cómo el ser humano es el verdadero culpable de los desastres económicos.

Si alguien se para a pensar en la historia económica, así como en el estudio de los llamados “ciclos económicos”, uno se puede dar cuenta que pese a cientos de teorías, así como ilustres pensadores y economistas que intentan dar forma y sentido a la consecución de sucesos económicos a lo largo de la historia, estos sucesos, en su mayoría, se han registrado por los excesos del ser humano y las malas prácticas de estos en el manejo de la economía y la política.

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Y es que así lo detalla el refranero popular con su conocido dicho de “todo en exceso puede perjudicar”. Esto es lo que ha ocurrido con la economía a lo largo de la historia y lo que ha llevado a muchos países a la quiebra económica.

Ya sea Zimbabwe o Venezuela con sus políticas de endeudamiento y aumento de la masa monetaria, Estados Unidos, durante el crack del 1929, con una burbuja especulativa sobre los mercados financieros, o, más reciente aún, la crisis inmobiliaria que llevó al mundo a una enorme depresión de la que todavía hoy estamos saliendo de sus escollos.

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En resumen, una serie de excesos que han dejado muy bien reflejado las consecuencias de que la mayoría de sucesos que han tenido consecuencias devastadoras se han producido por un abuso y un sobrecalentamiento de la economía, debido a las malas decisiones y al no saber cuándo parar. En la gran mayoría de los casos se le puso fin a determinadas prácticas cuando la situación económica era irreversible y las consecuencias, devastadoras. Véase lo ocurrido con la crisis inmobiliaria y las hipotecas subprime.

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Si leemos las reflexiones que el reconocido economista y fundador de la escuela Keynesiana de pensamiento económico, John Maynard Keynes, hacía en diversos de sus muchos ensayos acerca de la economía, podemos ver cómo el economista hace alusión a una serie de “espíritus animales” que, impulsados por las emociones y por los sentimientos, llevan al ser humano a obviar la racionalidad, dejándose llevar por estos impulsos. Unos sentimientos y emociones que no dejan ver al ser humano más allá de sus propios impulsos animales.

Para Keynes, estos “espíritus animales” eran los causantes de gran parte de los excesos que cometía el ser humano y que llevaba a la economía al desastre y la depresión. Para Keynes, estos impulsos que llevaban al ser humano a hacer caso omiso a la racionalidad eran la explicación a desastres económicas, como la ocurrida durante el crack del 29 o la crisis especulativa del tulipán en los Países Bajos.

Para ello, Keynes proponía la solución mediante la intervención estatal, siendo el estado el que tenga una actuación restrictiva hacia estos espíritus animales con el fin de controlar estos excesos y evitar que, derivasen en futuras recesiones o depresiones económicas. Keynes hacía una comparación bastante coloquial y muy fácil de asimilar, la cual me gusta enormemente. Para el economista, el estado tenía que actuar de la misma forma que lo hace un padre, o una madre, con sus hijos, dándoles libertad, pero poniendo el freno en caso de existir el riesgo de sobrepasarse.

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Para Keynes, esta era la mejor forma de controlar estos excesos y limitar los riesgos, evitando que la situación se pueda volver irreversible y derivando en nuevos desastres económicos. Toda una actuación que, pese a mi posición liberal, es totalmente comprensible, pues qué mejor que una correcta medición de riesgos que limiten la aparición futura de posibles recesiones o shocks económicos que pudieran dañar la economía. Pese a esto, y en mi opinión, hay algo con lo que el economista no contaba, ¿quién medía los riesgos y limitaba la actuación de los gobiernos?

Si miramos los desastres económicos ocurridos en los últimos años, las últimas crisis, así cómo lo ocurrido en Turquía, lo ocurrido en Venezuela, lo que ocurre en Argentina o lo ocurrido en Reino Unido, nos demuestra cómo los excesos del gobierno y la incapacidad de decisión por parte de cualquier otro agente externo han llevado a cometer excesos de los que ahora, no solo el gobierno no se hace responsable, si no que, además, el pueblo es el encargado de pagar los platos rotos y solventar la situación.

Esta historia se repite continuamente en la historia y, pese a la aparición de nuevas autoridades como el Banco Central Europeo, para los países miembros de la Unión Europea, vemos casos como el de Grecia, como el de Reino Unido o el de Italia, que muestran la ineficiencia de estos límites y restricciones, pues finalmente el poder de decisión recae en sus respectivos gobiernos. Pese a los numerosos parámetros que aplica el BCE, la última decisión la tienen los propios gobernantes del país; ya hemos visto lo ocurrido en Italia estas últimas semanas.

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En conclusión, estamos viendo que pese a que cientos de economistas intenten definir el comportamiento de la economía de la forma más precisa y exacta, no debemos olvidar que la economía nunca ha dejado de ser una ciencia social. Una ciencia social en la que intervienen determinados colectivos, o lo que se denomina “agentes económicos” y que dan respuesta y forma a la economía y lo que ocurre con ella.

Por esto, por muchos patrones de comportamiento que hagamos sobre el ser humano y la economía, nunca podremos predecir los impulsos de -como decía Keynes- esos espíritus animales que nos hacen actuar con base en las emociones y los sentimientos, que como seres humanos, nos llevan a tomar ciertas decisiones.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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