OPINIÓN. Rudos vs. Tecnócratas: el ocaso de los reguladores energéticos
Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad Panamericana. Es académica asociada al Centro México de Rice University, coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin y socia fundadora de Brilliant Energy Consulting. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(Expansión) – Hace unas semanas la Comisión Reguladora de Energía celebró su 25 aniversario. Uno de los sucesos más memorables del evento fue cuando un grupo de manifestantes, al tomar las calle para denunciar las altas tarifas eléctricas, bloqueó la salida del edificio por algunas horas. Esto sucedió unos días después de que Manuel Bartlett, pronto y próximo director general de la Comisión Federal de Electricidad, proclamó su animadversión hacia el regulador por tratarse de un engendro tecnocrático, culpable de desangrar al pueblo con estas desmesuradas tarifas.
Días antes, los medios reportaron que Rocío Nahle, también por asumir el puesto de secretaria de energía, ejerció presión para que Guillermo García Alcocer, ahora presidente de la CRE, abandonara el cargo. García Alcocer no ha renunciado, ni ha desmentido las presiones recibidas para su dimisión.
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Hace unos días la Comisión Nacional de Hidrocarburos celebró su décimo aniversario. Uno de los sucesos más memorables del evento fue que Rocío Nahle, la secretaria de energía entrante, acudió a clausurar el evento. Al tomar el micrófono, Nahle, tal vez víctima de un subconsciente insubordinado, exclamó que para ella era un placer “cancelar” el evento. Todos reímos con nerviosismo pues esto sucedió días después de que los medios reportaron que ésta le había solicitado la renuncia a Juan Carlos Zepeda, aún presidente de este órgano regulador. Zepeda ya presentó su renuncia. Sin embargo, él ha negado que parte bajo presión.
Es de rudos tratar y conseguir en un caso la expulsión de los presidentes de las comisiones reguladoras del sector energético. Se siente el codazo y el “quítate que ahí te voy.” Más aún, es de rudeza innecesaria haber causado el lanzamiento de Zepeda cuando le quedaban solo 6 meses más en el puesto. ¿Para qué la demostración de poder? Ese tronar de los dedos es un gesto de poder muy burdo, muy típico de quienes creen que la lealtad, más que el conocimiento, es lo que se requiere para obtener y mantener un cargo público.
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Para peor de males, los perfiles de Zepeda y García Alcocer son estereotípicamente antipáticos para algunos personajes del nuevo gobierno. Ambos provienen del ITAM, la máxima incubadora de la tecnocracia nacional, son economistas y provienen del sector financiero. Pese a que han sido funcionarios públicos de carrera, ninguno de los dos tiene una adhesión partidista. En suma, ambos son los emblemáticos funcionarios “fifís” de gafas de diseñador y pelito engominado. Para colmo, no saben hablarle al pueblo más que con gráficas, fórmulas y derivadas. Tampoco sobresalen por tomar la tribuna y clamar frases emotivas y ampulosas. Se ven gélidos e insensibles. Son tecnócratas.
El nuevo gobierno es la negación de estos saberes de “libro de texto,” que según dicen son inservibles para aliviar la desigualdad y el descontento populares. El dictado de hoy es volver a la praxis política de nuestros abuelos cuando la emotividad del discurso político movía montañas. En el sector energético, se siente el fogón de los sentimientos contra la frialdad de los cálculos. Por más ineficiente que sea una refinería hay que construirla porque es monumental, visible y denota grandeza estatal. Si los números cuadran o no, eso no lo puede notar el pueblo.
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Así, para que la energía esté con nosotros no se requieren conocimientos; con tener buenos pulmones para vociferar como en tribuna es más que suficiente. Por insensibles, antipáticos y distantes, los estudiosos se pueden retirar a sus cubículos. Como antes, el petróleo y la electricidad se producirán con tripas y corazones.
Así como no debe haber política sin corazón, no deben implementarse las políticas públicas solo con las vísceras. Las agresiones recién vividas a los órganos reguladores del sector energético es un desprecio a los perfiles técnicos que deben tener algunos funcionarios para hacer su trabajo. Hay determinadas medidas y decisiones que no gustarán a pueblo, a pesar de su infinita sabiduría.
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Hay una frase memorable de Pat Wood III, otrora comisionado presidente de la Comisión Reguladora Federal de los Estados Unidos de América: “sabes que la tarea de un regulador es la correcta cuando todo mundo lo odia.” Y sí, la tarea de los reguladores, para lograr el bien social a largo plazo, suele ser odiosa. Pero estos son necesarios aun en la república amorosa.
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