OPINIÓN: Así es como Venezuela puede lograr una solución pacífica a la crisis
Nota del editor: Jeffrey Sachs es profesor y director del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia , Estados Unidos. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Es posible que en Venezuela se esté gestando un conflicto catastrófico. La sociedad venezolana está profundamente dividida entre el presidente, Nicolás Maduro, y sus aliados, respaldados por las fuerzas armadas, y la oposición encabezada por el autoproclamado presidente Juan Guaidó , líder de la Asamblea Nacional.
Según un reportaje del Wall Street Journal , en el que se cita a un alto funcionario estadounidense, Estados Unidos prometió que respaldaría a Guaidó como parte de un plan secreto que se desarrolló a lo largo de varias semanas. Estados Unidos, junto con Canadá y varios países latinoamericanos, reconocieron rápidamente a Guaidó como presidente , mientras que China y Rusia respaldan a Maduro. Una chispa podría desatar la guerra civil.
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No parece que ninguna de las partes esté dispuesta a caer sin dar batalla y celebrar elecciones en estas circunstancias sería un gran riesgo. Si Venezuela tuviera un sistema parlamentario, las nuevas elecciones podrían producir una amplia coalición entre varios partidos pequeños. Desafortunadamente, con el sistema presidencialista de Venezuela, si se celebraran elecciones ahora, se amplificaría tanto la profunda polarización entre Maduro y la oposición como la amenaza de una guerra civil.
Que Estados Unidos reconociera a Guaidó es provocador. El problema es que Estados Unidos ha acosado a Latinoamérica antes y ha intervenido en la región . Estas intervenciones estadounidenses, tanto directas como indirectas, han desembocado en muchos cambios de régimen a lo largo de más de un siglo.
La designación del neoconservador Elliott Abrams como enviado especial de Trump a Venezuela el viernes 25 de enero, dos días después de que Guaidó se proclamara el nuevo líder, solo servirá para avivar la llama. Abrams es famoso por haber promovido el respaldo armado a los Contras nicaragüenses y se declaró culpable de haberle ocultado información al Congreso estadounidense sobre los esfuerzos secretos por armar a las fuerzas rebeldes, pero el presidente lo indultó. Aunque Guaidó logre hacerse con el poder, la idea de que Estados Unidos vuelve a orquestar un cambio de régimen amargará a Venezuela y a la región por muchos años.
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En vez de que Estados Unidos encabece un cambio de régimen, ambas partes tienen que compartir el poder temporalmente hasta que se celebren nuevas elecciones, tal vez en 2021. Parece inconcebible, pero la historia nos muestra que puede hacerse. La transición exitosa de Polonia a la democracia, en 1989, es un ejemplo pertinente. A principios de 1989, Polonia estaba al borde de la catástrofe: había ley marcial, un gobierno comunista sumamente impopular, la economía estaba en ruinas y empezaba la hiperinflación.
En el caso de Polonia, la transformación rápida comenzó con las políticas de la perestroika y la glasnost de Mijail Gorbachov: la reestructuración y la apertura. El régimen comunista y Solidaridad, el partido de la oposición, llegaron a un acuerdo en 1989 que llevó a unas elecciones parcialmente libres al Parlamento polaco, a finales de ese año; así, el país emprendió el camino hacia una reforma económica profunda.
Aunque la victoria de Solidaridad fue considerable , ya que se quedó con la mayoría en la Cámara Alta del Parlamento, los comunistas conservaron el control de la Cámara baja. El movimiento Solidaridad encontró una forma de romper el estancamiento pacíficamente y propuso una solución conocida como "su presidente, nuestro primer ministro". Los comunistas se quedarían con la presidencia y "las secretarías de poder" como la de Interior y la de Defensa, mientras que uno de los líderes de Solidaridad se volvió primer ministro y pudo designar a su gabinete.
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Este compromiso sobrevivió bajo la guía y con el apoyo de Gorbachov, Estados Unidos, Europa y el papa Juan Pablo II. Los comunistas no se entrometieron en los asuntos económicos. De hecho, el nuevo gobierno polaco emprendió la reforma más ambiciosa de la historia moderna, con lo que Polonia regresaría a la corriente principal de la economía europea. Las reformas funcionaron . Se revirtió el colapso de la economía polaca y se reanudó el crecimiento económico, con lo que emprendieron el rumbo para incorporarse a la Unión Europea.
Se evitó la violencia por completo. En 1990, Wojciech Jaruzelski, el último líder comunista de Polonia, dejó el cargo y Polonia eligió a Lech Walesa como presidente. Claro que para entonces, el escenario internacional había cambiado radicalmente por la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991.
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Claro que no existe una analogía precisa entre la Polonia de 1989 y Venezuela hoy, pero la comparación es adecuada. Al igual que Polonia, Venezuela necesita un compromiso que evite el enfrentamiento violento entre el gobierno y la oposición, un golpe de Estado, una guerra civil o, lo más desastroso, una guerra de poder entre los contingentes respaldados por Estados Unidos y los contingentes respaldados por Rusia. Aunque este escenario tan sombrío parezca descabellado, Siria ha quedado destruida por una guerra de poder de este tipo que ha durado ocho años.
Al igual que Polonia, Venezuela ha sufrido un colapso económico. Este es el resultado triste y predecible de las políticas fallidas de Maduro, agravadas por las sanciones económicas de Estados Unidos que han puesto aún más presión sobre la producción de crudo de Venezuela y que han empujado al país a un colapso vertiginoso.
Maduro se reeligió en 2018 y la mayoría de la oposición boicoteó las elecciones. La hiperinflación ya es de un millón por ciento al año y todo indica que se está acelerando. Venezuela ha suspendido los pagos de sus obligaciones con el exterior, incluidas las enormes sumas que les debe a China y a Rusia, que sin duda tratarán de proteger sus intereses.
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En pocas palabras, todas las partes tienen una razón urgente para llegar a un acuerdo. Las fuerzas armadas venezolanas están dispuestas a proteger su condición de privilegio en el sistema Chávez-Maduro, pero también les gustaría poner fin a la catástrofe económica y evitar el derramamiento de sangre. Maduro quiere conservar el poder, pero es evidente que es incapaz de resolver la crisis económica de Venezuela. Ha perdido la confianza de la abrumadora mayoría de la población, pero por ahora, cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas.
La crisis humanitaria en Venezuela también es muy grave: hambre, una escasez crítica de medicamentos y movimientos masivos de refugiados. Estas tristes realidades podrían impulsar una solución al estilo Polonia.
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Esa solución implicaría que Maduro siguiera siendo presidente, que las fuerzas armadas controlaran los ministerios de Defensa e Interior, y que las fuerzas de la oposición asuman el control de los ministerios civiles y el Banco Central de Venezuela. Guaidó o algún otro líder de la oposición sería el primer ministro, dirigiría al gabinete civil y guiaría las políticas económicas de Venezuela. Se llegaría al acuerdo de celebrar elecciones en 2021 o 2022 y tal vez para entonces se haya implementado un sistema de gobierno semiparlamentario.
Las principales potencias, notablemente Estados Unidos, China y Rusia, y los países vecinos, estarían de acuerdo y supervisarían el levantamiento de las sanciones económicas y la regularización de las relaciones económicas con las instituciones internacionales, así como con la formulación de un programa de estabilización de emergencia. Todos los países acreedores tendrían que estar listos para tomar medidas urgentes, tales como la reestructuración de la deuda, para poner fin a la hiperinflación catastrófica. El Consejo de Seguridad de la ONU respaldaría estas medidas.
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Actualmente, no estamos en este camino. Parece que Estados Unidos pretende el cambio de régimen y endurecer las sanciones para poner de rodillas a Maduro. Aunque este desenlace es factible, dejaría un legado muy amargo. Lo más probable, no obstante, es que provoque más violencia y la intensificación de la crisis económica, lo que posiblemente lleve a la guerra.
Este es un momento en el que urge hacer compromisos, no un duelo en el que el ganador se queda con todo.
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