OPINIÓN: Entre el neoliberalismo y la llamada cuarta transformación
Nota del editor: José Luis de la Cruz Gallegos es Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) – La economía mexicana se debate entre la inercia de las promesas incumplidas por parte del modelo neoliberal vigente en los últimos 35 años y la esperanza de un futuro próspero que 30 millones de votos reclamaron el pasado mes de julio.
La oferta de bienestar y crecimiento económico del neoliberalismo colapsó ante las contradicciones que él mismo generó: aumento de la pobreza y la desigualdad, incapacidad de elevar la productividad y la competitividad, inseguridad y corrupción fueron los precursores de su debacle electoral.
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No obstante, se debe señalar que los 30 millones de votos, y contrario al deseo del presidente Andrés Manuel López Obrador, no han bastado para erradicar la lógica del modelo neoliberal del ejercicio de la política económica nacional. Como los virus más dañinos, se mimetiza para sobrevivir.
El mejor ejemplo lo proporciona la autorización para importar bienes que llegan a México a precios artificialmente bajos, gracias a la competencia desleal que les ha dado ventaja sobre los productores nacionales.
La culpa no se encuentra en la política económica implementada en otras naciones, sus gobiernos buscan propiciar bienestar y desarrollo para su población y conocen que ello implica dotar de ventajas a sus empresas.
Además, aprovechan la buena voluntad de quienes se apegan a los dogmas neoliberales que hoy son cuestionados en todo el mundo. Desafortunadamente, México rechazó aplicar medidas arancelarias encaminadas a garantizar la competencia justa y con ello afectó a sectores estratégicos como el acero, el textil, el calzado y el vestido.
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Se puede decir que el consumidor se beneficiará de productos que llegan a precios bajos, no obstante, debe recordarse que dicho argumento tiene una debilidad fundamental: la principal defensa del consumidor llega a través del empleo, de que las personas tengan una actividad productiva que les genere un ingreso económico suficiente para poder adquirir los bienes y servicios que requieren en su vida diaria. La importación de bienes que son producto de la violación de los acuerdos internacionales destruye empleo injustamente. En estricto sentido debería ser considerada como algo ilegal.
Por ello, los mexicanos votaron en contra de un modelo económico que ha precarizado el mercado laboral. La falta de oportunidades de empleo se encuentra vinculada con la erosión del sistema empresarial mexicano y de las condiciones de competencia injusta a las que este último ha sido sometido.
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En este sentido, el presidente López Obrador tiene razón al afirmar que se debe “defender al productor nacional” y para ello deberá hacer una profunda revisión de la política económica nacional. Si no lo hace, el peso de la inercia terminará por infiltrarse en su llamada cuarta transformación.
El propio titular del Poder Ejecutivo lo sabe: el neoliberalismo tendió una extensa red que durante décadas infiltró no solo al gobierno, también la academia, el sector privado y los medios de comunicación sucumbieron ante la fuerza de la lógica e intereses que encumbraron al modelo neoliberal. De hecho, algunos analistas han llegado a afirmar que su fracaso es atribuible a que no se implementó en su totalidad, que faltó ir más allá y que las reformas estructurales llegaron tarde.
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Por ello, no es de extrañar que la llamada cuarta transformación enfrente el reto de romper con los dogmas que inhibieron el desarrollo de México. Para revertirlo se debe crear una nueva visión de política económica, una en donde las empresas e industria nacional mantengan un diálogo estrecho con el gobierno federal y el poder legislativo.
Ningún país ha logrado elevar su nivel de desarrollo sin una colaboración de los sectores público y privado, así como con la creación de un sistema educativo de alta calidad. La llamada cuarta transformación deberá reconstruir el sistema productivo nacional, aquel que fue afectado por quienes adoptaron los dogmas económicos externos y los intereses asociados a los mismos.
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