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OPINIÓN: El escandaloso esfuerzo de Trump por socavar a sus investigadores

Como presidente, Donald Trump ha recurrido a las tácticas de intimidación, humillación y amenazas que ha usado a lo largo de su vida, antes de la Casa Blanca, opina Michael D'Antonio.
mié 20 febrero 2019 10:40 AM

Nota del editor: Michael D'Antonio es autor del libro Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success (editorial St. Martin's Press); escribió, junto con Peter Eisner, el libro The Shadow President: The Truth About Mike Pence . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — ¿Cuántas personas más terminarán corrompidas, se declararán culpables, purgarán penas o terminarán en prisión antes de que los sistemas judicial y político pongan fin a la tragedia nacional que se desarrolla en cámara lenta en el gobierno de Donald Trump?

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Esta es la pregunta lógica que hay que hacer ahora que el New York Times reveló que Trump ha pasado sus dos años en la presidencia tratando de subvertir la investigación sobre sus lazos con Rusia.

Trump ha criticado públicamente la investigación más de mil veces, según otro artículo del New York Times . Por otro lado, se dice que ha presionado a varios funcionarios para que influyan en la investigación . Este enfoque, que según el Times involucra intentos de "intimidar" y "humillar", puso en riesgo a los funcionarios, cedieran a las presiones de Trump o no. Los demócratas de la Cámara de Representantes están investigando si el exsubsecretario de Justicia, Matthew Whitaker, cometió perjurio cuando negó que estuviera sujeto a las presiones de Trump, según el New York Times.

Una vocera del Departamento de Justicia señaló que Whitaker sostiene su testimonio y declaró: "Bajo juramento, ante la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, el entonces secretario de Justicia interino Whitaker declaró que 'en ningún momento la Casa Blanca me ha pedido ni yo me he comprometido ni he prometido nada relacionado con la investigación de la fiscalía especial ni con cualquiera otra investigación'".

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Se dice que en un intento más de la larga serie por lograr que Jeff Sessions, predecesor de Whitaker, se "desrecuse" de los asuntos relacionados con Rusia, Trump supuestamente le preguntó a Whitaker si era posible que el fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York, Geoffrey Berman —quien también se recusó por un conflicto de intereses—, tomara las riendas del trabajo que estaban haciendo en su oficina sobre los mismos temas, según el New York Times. Si Berman se hubiera hecho cargo, podría haber alterado el proceso que se le siguió al exabogado de Trump, Michael Cohen.

Cohen se declaró culpable de delitos cometidos en el pago que recibió la estrella del cine para adultos, Stormy Daniels, para impedir que afirmara que tuvo un romance con Trump durante la campaña electoral de 2016. Trump niega el romance. Este pago no se declaró como aportación a la campaña y Trump lo reembolsó . La intervención de Cohen reflejó su intensa lealtad a Trump y su condición de viejo confidente.

Aunque, según el Times, "no está claro" qué hizo Whitaker después de que Trump le hiciera su petición, parece que lo que se reportó contradice la declaración jurada que Whitaker rindió ante el Congreso y podría quedar en gran peligro, jurídicamente hablando. Así, se une a muchos otros, empezando con Cohen, que han terminado quemados por su relación con el candidato convertido en presidente que ha hecho de la violación de las leyes su sello característico.

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Michael Flynn, exasesor de Seguridad Nacional; Paul Manafort, expresidente de campaña; Rick Gates, exgerente asistente de campaña, y George Papadopoulos, exasesor. A todos se los ha condenado por delitos que surgen de sus conexiones con Trump, aunque muchos de sus delitos no están relacionados con su labor en la campaña electoral. El amigo más antiguo de Trump en la arena política, Roger Stone, está acusado y esperando su proceso.

Todo esto pudo haberse predicho con base en los antecedentes de Trump, mucho antes de que declarara que se postularía a la presidencia a mediados de 2015. Como empresario, sus múltiples bancarrotas , su abuso de los consumidores en el fraude por 25 millones de dólares en la Universidad Trump , y el trato reprobable a los vendedores y los tenedores de bonos arrojaron luz sobre su carácter.

Luego llegaron las elecciones de 2016: Trump anunció su candidatura y e hizo afirmaciones falsas sobre los inmigrantes y sobre la delincuencia, con lo que creó una fisura entre sus partidarios y quienes se negaron a respaldarlo en las primarias. Su tendencia a poner apodos y a lanzar indirectas, entre ellas la insinuación de que el padre de Ted Cruz estuvo relacionado con el asesinato de John F. Kennedy , habría sido risible si no hubiera sido tan destructiva. Después de amarrar la candidatura, Trump no vio la necesidad de apegarse a los hechos, ni siquiera de mostrar una decencia básica, mientras se deleitaba pidiendo que encarcelaran a su oponente.

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La tendencia de Trump a romper las reglas ha sentado las bases de una conducta parecida en quienes lo rodean. Los despidos, las renuncias y los escándalos se han dado a un ritmo furioso, mientras quienes le responden a Trump luchan por enfrentarlo y mantener los estándares que él ha roto. Este desafío, enfrentar a un hombre que rompe las reglas sin sacrificar la moralidad propia, obliga a la gente a tomar decisiones.

La prensa, por ejemplo, ha tenido que acostumbrarse a denunciar las distorsiones de Trump y a llamar por su nombre a sus mentiras. Los servidores públicos de carrera, como el exdirector interino del FBI, Andrew McCabe, han tenido que tomar decisiones parecidas y a veces cruzar límites que presumiblemente preferirían no cruzar porque Trump representa una emergencia.

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En su nuevo libro sobre la era Trump, McCabe cuenta historias que normalmente quedarían en secreto en el Departamento de Justicia. Esto incluye reportes sobre las inquietudes de que Trump podría estar sirviendo a los intereses de Rusia, no a los de Estados Unidos. McCabe ha recibido críticas por haberse decidido a revelar esta cuestión y otras más. Es posible que esté desconcertado por todo esto, pero que haya sentido que su deber era hablar. Los detractores de McCabe dicen que está desquitándose y vendiendo libros. A mí me parece que está haciendo sonar la alarma.

Las alarmas han estado sonando desde que Trump anunció que quería ser presidente y cada vez suenan más fuerte. Como presidente ha recurrido a las tácticas de intimidación, humillación y amenazas que ha usado a lo largo de su vida, antes de la Casa Blanca. Se resiste al cambio, está seguro de su superioridad y no reconoce vocación más elevada que su propio ego. Solo conoce los métodos que el Times, McCabe y otros revelaron y no se detendrá hasta que alguien lo obligue.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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