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Las razones por las que en un trabajo nos quedamos (o nos aguantamos)

Recuerdo un trabajo que tuve en el que el ambiente era muy agradable...la percepción económica era baja, pero permanecí, cuenta Adriana Castro.
mar 09 julio 2019 10:02 AM

(Expansión) - Hace unos días, el director de Bienestar Emocional en el Trabajo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Jorge Mérida Puga, declaró que 40% de los trabajadores en México presenta estrés laboral y recomendó a las empresas generar ambientes agradables para los trabajadores.

Coincido totalmente con esta sugerencia. Recuerdo un trabajo que tuve en el que el ambiente era muy agradable. Fue un trabajo en el que la percepción económica era baja, pero permanecí ahí porque el salario emocional era bastante bueno.

Para quienes no estén familiarizados con el término, el salario emocional se refiere a las retribuciones no económicas que un colaborador obtiene de su empresa con la finalidad de aumentar su motivación y lealtad hacia ella. El salario emocional incrementa la productividad, así como satisface las necesidades familiares o profesionales de la persona, mejorando su calidad de vida.

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Expertas en ciencia de la felicidad establecen que hay dos elementos que pueden ayudar a potenciar el salario emocional:

En primer lugar, generar un buen ambiente laboral a través del reconocimiento específico.

El reconocimiento dentro de los ambientes laborales es una fuente de motivación

Natalie Kogan, experta en gratitud y reconocimiento, señala que un error que se comete al reconocer a las personas es que la mayoría de la veces se les reconoce aspectos bastante generales con felicitaciones como "Te reconozco por tu trabajo" o "Buen trabajo".

Estos reconocimientos son positivos, pero no tienen un efecto tan profundo en quien lo recibe porque son demasiado generales y comunes para que el cerebro los registre de verdad.

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Natalie dice que nuestros cerebros son increíblemente adaptables, lo que significa que nos acostumbramos a los reconocimientos rápidamente. Si nuestro cerebro recibe un reconocimiento general, lo registrará en un segundo plano, por lo cual, su efecto positivo se esfumará pronto. En cambio recibir un reconocimiento detallado nos motiva porque nos sentimos “vistos o apreciados” y nos permite identificar nuestras fortalezas o cualidades.

El tipo de reconocimiento más poderoso tiene que ser específico y cuanto más detallada la expresión de lo que apreciamos del otro, mejor.

La investigación muestra, por ejemplo, que hacer pequeños reconocimientos específicos con frecuencia, tiene un mayor impacto en la satisfacción de la vida de la otra persona que llevar a cabo épicos reconocimientos por sus logros en ceremonias muy esporádicas.

En el trabajo que tuve, recuerdo que nuestro jefe, Víctor Lozada, nos hacía reconocimientos específicos como “Ser testigo de su puntualidad para comenzar su trabajo, es una clara muestra de que ustedes son confiables”.

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Para nosotros, ese tipo de reconocimiento compensaba más que cualquier retribución económica.

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El segundo elemento que contribuye a que permanezcamos en un trabajo a pesar de que la percepción económica no es la mejor, es tener la satisfacción de hacer lo que nos gusta.

De acuerdo con Margaret Greenberg - socióloga de la Universidad de Pennsylvania en EU, y experta en Felicidad aplicada a la productividad- una clave para que nos guste nuestro trabajo es que las responsabilidades cotidianas nos permitan poner nuestras fortalezas en acción.

Por ejemplo, si las fortalezas de una persona son su sociabilidad y su habilidad para escuchar, seguramente se sentirá satisfecha en un cargo de atención al cliente. Por el contrario, si a esa persona se le asignara un cargo de analista de datos y tuviera que estar sola frente a una computadora la mayor parte del día, difícilmente encontraría gusto por ello.

Para que a un colaborador le satisfaga lo que hace, es fundamental que pueda hacer uso pleno de sus fortalezas en su puesto de trabajo.

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Tener la satisfacción de hacer lo que nos gusta no significa que llevemos a cabo todas nuestras tareas de una manera sencilla y sin esfuerzo. De hecho, cuando nuestras fortalezas están muy por encima del reto que enfrentamos, se vuelve un trabajo aburrido y es fácil perder el interés. Lo ideal es que nuestras tareas tengan cierto grado de dificultad en proporción a nuestras fortalezas. Es decir, que nos reten lo suficiente.

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Ahora bien, tener un trabajo que nos gusta no significa que sintamos satisfacción laboral todo el tiempo.

Por ejemplo: Si surge un problema con un cliente debido a un error que cometimos y no tenemos claro cómo resolverlo, en ese momento, no consideraríamos que nuestro trabajo es placentero. Sin embargo, si haciendo uso de nuestras fortalezas, logramos resolver el reto y aprendimos algo nuevo de esa experiencia, seguramente -días después- diríamos que nuestro trabajo es satisfactorio y que hacemos lo que nos gusta.

En resumen, una persona que se siente reconocida y tiene oportunidad de poner sus fortalezas en acción dentro de su ambiente laboral tiene más probabilidades de querer permanecer en su trabajo, aún cuando su percepción económica no sea la mejor.

Nota del editor: Adriana Castro tiene una especialidad en Psicología de la Creatividad por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es fundadora de Call to Action: empresas felices. Síguela en Facebook . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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