Gobierno, sociedad civil y empresas deben coordinarse ante la ola de violencia

Uno de los desafíos más fuertes a vencer es el involucramiento y la participación coordinada de los tres niveles de gobierno, la sociedad civil y las empresas. Cada una de estas partes ha intentado sin mucho éxito trabajar por su cuenta sin grandes resultados, y no existen modelos ideales, sino que deben construirse evaluando las variables que sí son inherentes a todos los casos pero incluyendo a las que son propias de cada persona o comunidad.

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En el caso de los adolescentes, la prevención del delito ha demostrado ser más funcional para ellos ¿Por qué? La relación de la violencia y la delincuencia con ellos es especialmente importante porque es una población que se encuentra formando su identidad. En la medida en que los jóvenes se descubren y asumen su autonomía; comienzan a tener capacidad de elección y con ello llega la etapa de maduración en la que como individuos prueban diferentes modelos de pertenencia y comunidad. Con frecuencia esto ocurre de la mano de un grupo de amistades.

Las conductas de los jóvenes están influenciadas sobre todo por los mecanismos de socialización a los que tengan acceso, es decir, con su familia, la educación escolar y los grupos sociales en los que se desenvuelven, de su relación con cada uno de estos grupos se moldeará su psique dada su falta de experiencia para lidiar con las presiones a las que están expuestos.

Entonces, las conductas de los adolescentes dependen mucho de los entornos en los que se desarrollan, obedecen a distintas normas, reglas, valores y límites impuestos por su cultura, que serán aceptados o no en función de la sociedad que se encargue de valorarlos.

Es probable que un adolescente que pasa por momentos que generen demasiado conflicto en su vida, como la violencia familiar, la falta de comunicación con sus padres y sus profesores, que está expuesto a un contexto de violencia callejera o a estupefacientes, sea vulnerable a conductas de riesgo y a una crisis con su sistema de relaciones que derivará en muchas ocasiones en conflictos con la ley.

Por eso, como sociedad debemos generar entornos seguros para nuestros adolescentes, atender su salud emocional y reducir los factores de riesgo que atenten contra su transición positiva hacia la vida adulta, y aunque las conductas de riesgo son permanentes e imborrables, si todos sumamos esfuerzos, nos convertimos en agentes de paz.

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Nota del editor: Jimena Cándano es licenciada en Derecho por la Universidad Iberoamericana, y maestra en Administración Pública por la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra que trabaja a favor de la justicia social, equidad de oportunidad y derechos para los jóvenes en conflicto con la ley.

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