Esto da como resultado que, por lo menos en 2019, exista una contracción en las economías internas de los estados y municipios, un menor margen de maniobra y una posible situación complicada para entidades que tienen un componente importante dentro de su hacienda pública como Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Quintana Roo, Michoacán y Chihuahua.
En términos generales, si bien se aprecia un panorama complicado para estados y municipios mexicanos, también hay oportunidades para adaptarse a esta nueva realidad. De las revisiones que llevamos hasta el momento, la mayor parte de las entidades han estado muy ocupadas en tratar de absorber estos efectos durante los primeros dos trimestres, algunos de ellos han tenido que implementar cambios en sus tasas de impuestos y derechos (aún con el costo político que esto conlleva) e incluso algunos de ellos están en proceso de implementación de nuevos impuestos, como Zacatecas con impuestos ecológicos.
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Para concluir, creemos que, si bien los efectos finales dependerán de la flexibilidad financiera de cada una de las entidades, 2019 será definitivamente un año que absorberá de manera parcial la nueva manera de hacer las cosas en esta administración.
Los retos más importantes se presentarán en 2020 y 2021 cuando probablemente veamos más efectos macroeconómicos en el sector, derivado de esta menor actividad económica a nivel nacional, con efectos en una menor recaudación federal participable y, por ende, en menores participaciones federales (principal componente de ingresos de estados y municipios), así como por los efectos del cambio de rumbo en ciertos proyectos estratégicos derivados de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y las Zonas Económicas Especiales, sobre lo cual comentaré más adelante.
Nota del editor: Ricardo Gallegos, Director Ejecutivo Senior de Finanzas Públicas y Deuda Soberana en HR Ratings.
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