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Sobre nuestra mentada “soberanía” petrolera

Frases como "el petróleo es de los mexicanos" nos permiten darnos cuenta de que nos han dado crudo con el dedo, dice Miriam Grunstein.
mié 18 septiembre 2019 12:46 PM
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"El petróleo no se vende", una de las frases más comunes utilizadas en referencia al crudo mexicano.

(Expansión)- Aunque para muy pocos, estos días de cruda se prestan para reflexionar sobre temas petroleros. La que escribe pertenece a esa rara minoría. También, la que aquí arrastra la pluma pone en duda la creencia de que los mexicanos llevamos el petróleo en las venas y que nuestra genética es especialmente proclive a su defensa.

Henchir el pecho como gavilán o paloma cada vez que se reivindica la propiedad nacional sobre los hidrocarburos es algo que la gente común no hace. Esa práctica es mucho más socorrida por personajes a quienes les ha convenido explotar el “nacionalismo sobre los recursos”.

De hecho, han extraído mucho más valor de la explotación de un discurso que de la extracción comercial de ese recurso natural. Gracias a que se llenan la boca de petróleo, aceitan grupos de poder que los empujan hacia curules, gubernaturas, presidencias municipales, liderazgos sindicales y hasta la misma silla presidencial.

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Es cierto que el petróleo es un bien valioso pero su renta política puede ser inconmensurable. El precio del barril es volátil; el valor del discurso petrolero es de un valor constante y sonante.

En otra columna reflexionamos sobre el fetichismo pemexiano . Esa vez nos abocamos a desmenuzar el fetichismo, ya no tanto de Pemex, sino del crudo a través de sus manifestaciones discursivas más vulgares. Vale la pena ir una por una para darnos cuenta de que con estas frases nos han dado crudo con el dedo.

El petróleo es de los mexicanos”. Bueno, sí, pero también el espectro radio-eléctrico, el mar territorial, el espacio aéreo y otras cosas, sin que nos nazca el impulso irreprimible de salir en su defensa. Por su categorización constitucional los hidrocarburos son bienes nacionales, por así decirlo sin más enredos. ¿Eso quiere decir que a todos los mexicanos nos corresponde una parte proporcional de las moléculas o que la utilidad de cada barril se divide y reparte entre más 120 millones de paisanos? Claramente, no.

Cuando ciertas personas se quejan de que no tienen su botecito de crudo para su consumo y goce particular es porque la frase es equívoca.

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El petróleo no es de todos y cada uno de los mexicanos como si fuera una parcelita susceptible de división y apropiación particular. ¿En qué vemos los beneficios de que el petróleo sea un bien público? Ciertamente, no cae directamente en nuestros bolsillos pero sí nos libra de solventar por la vía tributaria muchos bienes y servicios públicos: puentes, carreteras, alumbrado público, libros de textos gratuitos, y si existe aún, la lechita Liconsa, entre muchísimos más.

También, por desventura, es cierto que una vez que fluyen los ingresos petroleros, suelen desviarse de cauce legítimo. Cuando el petróleo es fuente de transa gansa y mega transa es entonces cuando exclamamos ¿¡Cuándo el petróleo ha sido nuestro?!

Lee: ¿México tiene reservas de gasolinas en caso de una crisis de abasto?

“El petróleo es soberanía”. En el discurso a favor de la “defensa” del petróleo no hay palabra más desgastada que “soberanía” y tampoco peor utilizada. La soberanía tiene mucho más que ver con el grado de autodeterminación de un país y mucho menos con el tamaño de sus reservas petroleras. Difícilmente podría cuestionarse la calidad soberana de Japón, un país carente de hidrocarburos. Los Estados Unidos fueron, por muchos años, dependientes de barriles ajenos. ¿Alguien con los tornillos bien ajustados se atrevería a decir que ese país estaba sujeto a la injerencia de otro estado? El petróleo es una buena carta de negociación tratándose estados fuertes. Imaginemos por un instante que súbitamente nuestra producción volviera a alcanzar los 3.5 millones de barriles diarios pero que, por desgracia, no hubiera quien nos lo compre. En ese caso, seríamos autosuficientes pero no necesariamente soberanos. Una hipótesis demencial: en una de sus pataletas Trump amenaza a México con suspender la compra de barriles mexicanos si nos negamos a venderle las pirámides de Teotihuacan. ¿Doblaríamos las manitas o no? Todos depende de nuestra destreza como negociadores. Si somos fuertes, hallaremos con qué negociar para someterlo. De lo contrario, tal vez el presidente aquél se salga con la suya y construya un muro en torno a la zona arqueológica y necesitaremos visa para visitarla. ¿Es absurdo? También lo es decir que el “petróleo es soberanía:”

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Va la última: “La autosuficiencia es dignidad”. Ahí vale cambiar solo un término y añadir una condicionante. Mejor decir “la autosuficiencia es conveniente, bajo ciertas circunstancias. Si el costo de importar gasolina es menor, importemos gasolina. Eso no necesariamente significa que los comercializadores nos tienen en sus garras. Ellos necesitan compradores para sobrevivir. Los combustibles fósiles forman parte de un mercado de “commodities” en el que si unos “cierran la llave”, alguien aprovechará ese nicho de oportunidad y nos abrirá la suya. En ese sentido, el mercado no tiene dignidad pero vaya que resuelve problemas de abasto.

¿Una más? La mejor sin duda es “el petróleo no se vende.” Entonces, ¿qué hacer con él? ¿Comérnoslo con pan? Fuchi Guácala. Mejor ni pensarlo.

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