Además, algunas instituciones financieras aprovechan esta ignorancia de los ciudadanos en temas financieros para obtener mayores ganancias; en otras palabras, la ignorancia cuesta muy caro. Es increíble cómo la educación financiera de las personas no sólo les afecta a ellos mismos, sino también al sistema económico mundial. Sin embargo, ni los sistemas educativos ni los gobiernos toman acción alguna respecto a este delicado asunto.
El interés en educar en economía y finanzas parte de la idea de que promueven en la población las competencias necesarias para la toma de decisiones informadas.
El desconocimiento e inexperiencia financiera de los ciudadanos conlleva a la toma de decisiones inapropiadas, al uso de prácticas financieras inadecuadas y a su incapacidad para defender sus derechos como consumidores financieros, lo que en última instancia genera costos elevados y pérdida de bienestar para la población. Estos problemas se profundizan aún más en el contexto actual, donde los servicios financieros crecen en número y complejidad, existe poca información y hay restricciones al acceso.
Durante la década de los 60 se crearon los primeros programas de educación financiera en países desarrollados, especialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, fue a partir del colapso de los mercados de hipotecas de alto riesgo que desembocó en la crisis financiera de 2008, cuando se hizo evidente entre otros, el escaso nivel de sofisticación financiera por parte de la mayoría de los prestatarios estadounidenses.