El estereotipo de las crisis de comunicación en las empresas generalmente son los accidentes industriales, los derrames de sustancias peligrosas o crímenes terroristas (secuestros, amenazas de bombas o bombas reales), entre otros.
Equivocadamente se cree que sólo alguna de estas situaciones o similares puede degenerar en una crisis de comunicación y con facilidad se soslayan las implicaciones que pudieran tener una baja en la productividad, alteraciones en la consistencia de la calidad de los productos o servicios, rumores sembrados desde dentro o fuera de la institución, conductas no higiénicas, etcétera. Se trata de situaciones que podrían evitarse con acciones preventivas.
Eventos planeados como el cierre de una planta, recortes de personal, la retirada del mercado de un producto o fusiones y adquisiciones, tanto como eventos circunstanciales como contaminación ambiental, robo de información privilegiada, corrupción como forma de gestión, fallos humanos con consecuencias para la salud o seguridad de los consumidores y un largo etcétera, son situaciones que pueden derivar en crisis que den lugar a noticias mediáticas que lesionan la imagen y credibilidad de las empresas.
El número de crisis empresariales varía año con año y en ello mucho tiene que ver la actitud de los públicos y su actividad en las redes sociales. La gente actualmente muestra un interés creciente en la actividad de las empresas y a través de las redes manifiesta sus demandas en materia de calidad de los productos y servicios que ofrecen.
Asimismo, los medios de comunicación disponen hoy de un poder investigador cada vez más grande apoyados por los progresos técnicos que facilitan la difusión instantánea de información y eventos. Así, las crisis tienen cada vez más una mayor publicidad, convirtiéndose en crisis de comunicación.