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Economía en la mediocridad de crecimiento en el 2020

El gran reto para la administración lopezobradorista está en que sin crecimiento económico suficiente, los programas sociales no son sostenibles, opina Alfredo Coutiño.
lun 23 diciembre 2019 09:00 AM
México crecimiento económico
Para el 2020, ante la debilidad de la inversión y la falta de fuerza del mercado interno, las perspectivas para la economía permanecen anémicas, considera Alfredo Coutiño.

(Expansión) – A pesar de la promesa de levantar la economía del mediocre crecimiento de la etapa “neoliberal”, el nuevo gobierno enfrenta su segundo año con una economía que no tiene fuerzas para acercarse siquiera a la mitad del crecimiento prometido de 4% para el sexenio. Dada la debilidad que padece la economía, el gobierno enfrenta retos importantes en lo interno aunado a un ambiente externo con riesgos.

Durante el 2019 la economía vino de más a menos, no solo por la tradicional desaceleración de inicios de sexenio que produce la transición política cada seis años, sino también por la auto-infringida austeridad fiscal en aras de combatir la corrupción, y en menor medida también por un ambiente externo menos favorable. Así, la economía en 2019 no solo se estancó, sino que incluso reportó una recesión en su definición técnica al registrar tres trimestres consecutivos de contracción.

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Durante el año, la economía enfrentó factores adversos como es la tradicional desaceleración en el ejercicio del presupuesto federal, una política de recortes de puestos y salarios en la burocracia, la cancelación de proyectos de infraestructura y la reversión o modificación de algunas reformas que no eran del gusto del nuevo gobierno.

Todo ello afectó el sentimiento y la toma de decisiones tanto de inversionistas como de consumidores, debilitando con ello el mercado interno. A ello se unieron algunos riesgos externos como las señales de desaceleración de la economía global, la disminución del comercio mundial ante la batalla tarifaria iniciada por el gobierno estadounidense, y la volatilidad financiera generada por el riesgo de recesión.

Hacia finales del año, la falta de medidas que restablezcan la confianza de los agentes económicos en torno al rumbo del país y algunas políticas del nuevo gobierno aún mantienen a la inversión privada con incertidumbre y reticencia.

De hecho, ante la gravedad del estancamiento económico, el gobierno tuvo que salir a anunciar un programa fiscal de apoyo y otro de infraestructura mayormente financiado por un pequeño grupo de inversionistas privados. Esto porque al final de cuentas el gobierno parece entender que sin inversión no hay crecimiento y sin ello no habrá recursos públicos que alcancen para seguir financiando los programas sociales.

OPINIÓN: Sin crecimiento económico, el país se puede volver más pobre

Para el 2020, ante la debilidad de la inversión y la falta de fuerza del mercado interno, las perspectivas para la economía permanecen anémicas. La economía apenas si podrá crecer ligeramente por encima de 1% en el 2020, promediando con ello un avance menor a 1% en el primer tercio del sexenio lopezobradorista. Irónicamente, las perspectivas para la economía durante el sexenio se vislumbran menos favorables que el tan criticado crecimiento mediocre de 2.7% de los últimos 30 años de gobiernos neoliberales.

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En el sexenio lopezobradorista hasta ahora no se ve que la inversión vaya a ser el motor del crecimiento, por el contrario, han centrado la atención en estimular el consumo a través de la política fiscal para financiar programas sociales y transferencias monetarias. El gran problema con ello es que el impulso al consumo no es sostenible porque se basa en recursos limitados y depende en gran medida del crecimiento de la economía.

La evidencia muestra que un crecimiento basado en el consumo es únicamente transitorio y no genera capacidad productiva como lo hace la inversión; por el contrario, ante una economía con limitada capacidad la presión en el consumo tiende a acomodarse en precios e importaciones, generando con ello distorsiones macroeconómicas.

En ese sentido, el gran reto para la administración lopezobradorista está en que sin crecimiento económico suficiente, los programas sociales no son sostenibles y corren el riesgo de llevar al país a un desequilibrio fiscal acelerado, consecuentemente elevando la vulnerabilidad de la economía frente a choques internos y externos.

La solución está en que la administración debe aceptar que la inversión privada es necesaria, y esta no se volcará hacia el país mientras no se restaure la confianza y se den garantias de respeto a los derechos y contratos y se dé una aplicación efectiva de la ley, sin privilegios ni beneficios para grupos ligados al gobierno.

Es cierto que ya se ha anunciado un Plan Nacional de Infraestructura para los siguientes cinco años, pero las inversiones solo representan alrededor de 3% del PIB, menos de 1% por año, y solo participa un grupo reducido de grandes empresas. Además, dichos recursos solo llegarán a reponer aquellas inversiones perdidas, con lo cual su impacto en la expansión de la capacidad productiva será limitado.

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Lo que el país necesita es elevar el coeficiente inversión-producto desde su nivel mínimo actual de 20% hasta un 24% para que la economía pueda crecer a 3% hacia el 2024.

La acumulación de capital productivo, tanto en inversión física como humana, es la verdadera fuente del crecimiento sano y sostenible, porque además de ampliar la planta e infraestructura productiva también promueve el avance de la productividad y el progreso tecnológico. No hay otra receta. La política económica no es fuente de crecimiento permanente, sino solo un instrumento que permite mantener a la economía alrededor de su crecimiento natural: aquel que no genera desequilibrios.

Irónicamente el gobierno mantiene una retórica anti-neoliberalismo, al mismo tiempo que su misma política económica peca de neoliberalismo, sobre todo la fiscal. Cuidar los equilibrios macroeconómicos tiene más beneficios que desventajas. Sin embargo, lo que hay que cuidar es que los principios no se conviertan en dogmas.

Así, si el nuevo gobierno está realmente interesado en promover y mejorar el bienestar social, entonces debe hacer esfuerzos por reformar la política económica y ponerla al verdadero servicio de los mexicanos, pero con responsabilidad.

En ese sentido, adoptar la disciplina fiscal como mandato constitucional le permitirá también modernizar la política monetaria para que en conjunto se enfoquen a preservar y mejorar el bienestar social. Un mandato monetario dual solo funcionará en el país si, y solo si, el gobierno también se somete a una regla de responsabilidad fiscal.

Un consejo fiscal solo representa la manera de seguir evitando asumir una verdadera responsabilidad fiscal por parte del gobierno. Por ello no sorprende que en lugar de adoptar una regla fiscal estructural se promueva la adopción de un consejo fiscal.

Nota del editor: Alfredo Coutiño es Director para América Latina en Moody’s Analytics. Las ideas expresadas son de la exclusiva responsabilidad del autor y de ninguna manera deben ser atribuidas a la institución para la cual trabaja.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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