Las virtudes de nuestro gran mercado, lleno de oportunidades por su tamaño y por todas las ineficiencias que tiene, son terreno fértil para que empiecen su crecimiento y, como diríamos en la industria, ganen tracción. Claro, con tan poca inclusión financiera y tasas y comisiones tan altas, el país es ideal para hacer algo de fintech. Con los costos y los riesgos que tiene la logística en México, hacer algo de disrupción en ese sector también se antoja. Es decir, la tierra es fértil para la innovación y el emprendimiento.
Esas mismas virtudes, desde luego, atraen como moscas a las startups colombianas, chilenas, argentinas y brasileñas que también quieren una tajada. Una de las tendencias más sólidas del momento es el “soft landing” de startups extranjeras.
Pero después, cuando esas startups requieren financiar su crecimiento y acceder a series “A” y a montos de capital importante, el país es menos atractivo y ofrece pocas alternativas nacionales. Mientras tanto, los fondos de Silicon Valley y del resto del mundo están mirando a México y a Latinoamérica con un interés creciente.
Así, las mejores startups mexicanas, como Konfio, Albo, Kubo Financiero, Credijusto, Kavak (mexicana por adopción), Bitso, Kueski, Conekta y muchas otras, han recibido inversión de fondos como Goldman Sachs, Richmond Global, Softbank, Greyhound, Omydiar, Valar, Bamboo Finance y otros. Cada año, nuevos fondos norteamericanos, europeos y asiáticos se han sumado al interés por las buenas startups mexicanas y han hecho sus primeras incursiones en nuestro país, como parte de una estrategia que ve a Latinoamérica como la próxima frontera en innovación y el crecimiento de modelos disruptivos.
Así, los fundadores de startups mexicanas necesitan mirar fuera y buscar alternativas de fondeo internacional para encarar los retos de su escalamiento y lograr los grandes propósitos que los impulsaron a emprender en principio. El capital ya no está en México para estas necesidades.