La mano de obra en México es reconocida por su alta calidad y por contar con salarios atractivos para los grupos empresariales extranjeros, quienes aspiran a optimizar sus rendimientos. En este sentido, los trabajadores nacionales son eficientes operadores de maquinaria y técnicos calificados. Sin embargo, los holdings internacionales suelen tener problemas al reclutar personal local para posiciones de alta dirección y gestión de proyectos. Ante esta situación, en la mayor parte de los casos, estos consorcios optan por traer a un extranjero para ocupar dicho puesto de mando.
¿A qué se debe este fenómeno?, ¿Es que los mexicanos no contamos con el perfil requerido para ocupar puestos de elevada jerarquía dentro de las empresas transnacionales? Está claro, que no se trata de falta de talento, pues existen innumerables ejemplos para refutar esta probable explicación, desde la impresionante creatividad de Guillermo González Camarena, pionero en el desarrollo de un sistema para transmitir televisión a color en el siglo XX, hasta la incuestionable visión de Mayra González, quien ha sido nombrada en fechas recientes como Directora General de Ventas Globales de Nissan.
No obstante, parece ser que la formación profesional de la fuerza laboral en nuestro país, se concentra en la acumulación de conocimientos y destrezas técnicas, dejando a un lado el desarrollo de soft skills o habilidades blandas, las cuales son indispensables para asumir responsabilidades de liderazgo dentro de una organización. Se trata de aptitudes relacionadas con la capacidad de comunicarse y entablar relaciones interpersonales productivas. Evidentemente, el manejo de las emociones, la habilidad para resolver problemas emergentes y la disposición de trabajar en equipo son cualidades demandadas por las empresas exitosas, en el marco de un mundo de los negocios globalizado, dinámico e interactivo.
Si bien es una realidad, que estas habilidades blandas pueden ser desarrolladas a través de la experiencia propia del recorrido natural del ejercicio profesional, no debemos pasar por alto que un nuevo paradigma educativo se ha empezado a expender en distintos países como Alemania o Finlandia. Bajo este esquema de educación con enfoque en el aprendizaje de utilidad, los alumnos y futuros profesionistas, resuelven casos prácticos en el aula, estimulando el pensamiento crítico, la toma de decisiones y el trabajo colaborativo. En otras palabras, el estudiante adquiere una experiencia práctica, incluso antes de culminar su formación escolar. Este modelo entiende que, en gran medida, el éxito profesional del egresado dependerá de las competencias que este demuestre en materia de habilidades sociales, comunicativas y de inteligencia emocional.