Porque el boom de los precios marcaría el reforzamiento de un ciclo monetario plenamente restrictivo. En México, el punto de salida y el génesis de la actividad económica en términos del ciclo se encuentra en manos de la banca central. A partir de ahí, los demás actores definen el sentido y el ritmo de sus decisiones.
Si la economía ya venía en caída libre, con un ciclo monetario apretando aún más las condiciones para jugar, era de esperarse que la inversión, se mantuviera inerte y también en caída.
Con la llegada del nuevo gobierno, algunos pensamos que, al tiempo de realizar cuantiosos ajustes al gasto corriente, el gobierno iba a reenfocar velozmente el gasto en programas sociales, coadyuvando a evitar de forma artificial una recesión. Pero no sucedió así.
Desde mi punto de vista, el gobierno actual perdió casi un año de estrategia de gasto por haber tenido a un secretario de Hacienda que al final no le gustó el estilo de gobierno y decidió renunciar. Desafortunadamente se perdió un año clave en el segundo puesto de mando, porque cuando llegó el nuevo secretario, prácticamente, se tuvo que empezar de cero.
Si nos vamos más atrás, también desde el año 2017, cuando renunció Carstens a Banxico, mencioné que ya se vislumbraba el triunfo de AMLO en las elecciones del año siguiente. Inmediatamente después vino la llegada nada circunstancial de un “halcón” al banco central, que marcaría la difícil tónica y distante relación que habría con la próxima institución presidencial.