Este genocidio es ampliamente conocido por el imperdonable asesinato de más de 6 millones de judíos, sin embargo se trató del exterminio y persecución de todo tipo de minorías, incluidas las personas discapacitadas y la población LGBT+, a quienes en particular se les distinguió con el triángulo rosa que en la actualidad se ha retomado como símbolo de lucha y de sobrevivencia en nuestra comunidad.
Sin el afán de ensombrecer tan significativa fecha, lamento hacer notar que tal hazaña de liberación no alcanzó a todos. Se dice que quienes portaban el infame triángulo rosa fueron enviados a otras cárceles de los países aliados, para quienes el ejército nazi había hecho el favor de distinguir por una orientación sexual que aún era ilegal en muchos de éstos.
El mundo es otro en este 2020, y quizá más de alguno suspire de alivio en este momento pensando en esto. Pues sí y no, como en casi todo lo que escribo.
Sí, porque en muchos países (no en todos) la homosexualidad ya no es ilegal. Sí, porque se ha avanzado significativamente en los derechos de la comunidad LGBT+ en diversos aspectos: lo laboral, familiar, social, financiero, etcétera.
Y un sí, pero con sabor a más o menos, porque aunque se supone ya no existen campos de concentración nazi (¿alguien dijo que no podía repetirse el Holocausto?) en el 2017 el mundo descubrió que en Chechenia (sí, los descendientes de los mismos rusos que liberaron Auschwitz) existían campos de concentración en los que gays han sido torturados sólo por su orientación sexual.