La historia se repite con los activos petroquímicos de Pemex, quizá la actividad que menos atención ha recibido hasta el momento por parte de la actual administración y en el debate público. Hoy, después de más de dos décadas de abandono por parte de los gobiernos priistas y panistas, la división petroquímica de Pemex es ajena a lo que demanda el mercado doméstico y lo que ocurre a nivel internacional.
La producción de Pemex en las cadenas del metano, etano, aromáticos y propileno se desplomó de 11.71 millones de toneladas (mmt) en 1995 a 2.61 mmt en el 2018. En el 2019, nada pudo hacer la 4T para revertir la inercia, la producción se redujo a 2.22 mmt. Estos números ilustran que Pemex ha renunciado a su papel de proveedor de materias primas cuya importancia reside en alimentar un sinnúmero de industrias, desde fertilizantes hasta plásticos.
La factura que estamos pagando es alta. Del 2010 al 2014, las exportaciones de crudo eran dos veces el valor de las importaciones de productos petroquímicos y de origen petroquímico. Pero tal ha sido la caída en la producción, y por tanto el impacto en la industria privada, que el promedio anual de las importaciones de insumos petroquímicos entre el 2015 y 2019 ascendió a 21.27 billones de dólares, superando marginalmente las exportaciones de petróleo que registraron un promedio anual de 20.62 billones de dólares en el mismo periodo.
Es evidente que el valor que se puede añadir a los hidrocarburos no lo estamos generando en casa, lo estamos comprando en el exterior. Y éste es precisamente uno de los señalamientos que la actual secretaria de Energía, Rocío Nahle, ha hecho desde que era diputada, llegando a manifestar que, cuando se trata de transformar los hidrocarburos, “lo que más valor agregado tiene es la petroquímica”.