Me he encontrado a lo largo del camino con líderes que eligen al “mejor elemento” para cada función dentro del equipo. Arman la combinación ganadora. ¿Qué podría salir mal, si cada uno es extraordinario en su área? Y sin embargo, luego de un tiempo, el equipo ganador hace agua por todas partes. Las encuestas de clima salen mal. Las evaluaciones de liderazgo dejan mucho que desear. La rotación en la segunda línea de reporte aumenta exponencialmente. Los números no son tan brillantes como esperamos.
¿Y ahora? ¿Qué hicimos mal?
Lencioni nos habla de una pirámide, en que la base es la confianza. Y no la confianza desde la credibilidad de las personas. Confianza desde la vulnerabilidad. Confianza que implica el poder equivocarme. Poder cometer errores y admitirlos en frente de mis pares. De poder reconocer en una junta que no tengo claro cómo lograr mis objetivos. Del permiso de ser humano. Imposible, ¿no? ¿Quién en su sano juicio haría semejante locura? ¿Cómo podría yo exponerme delante de otros y dejar que me devoren los tiburones? No, no es factible, ¿verdad?
Esa, queridos lectores, es la primera disfunción. Y sobre ella, la falta de confianza, se construye todo lo contrario a un HPT.
Dentro de estas experiencias que he podido compartir con equipos que buscan ser de alto desempeño he tenido grandes aprendizajes. Y he descubierto, para mi deleite, que cada equipo es único y con una riqueza invaluable. Sólo necesitan descubrirse, conocerse y conectarse. Desde la persona que soy, desde mi historia, desde lo que puedo traer a este conglomerado de intereses.