Uno de los países en anticiparse a dicho escenario es Arabia Saudita, cuya ventaja reside en la disponibilidad de materia prima y por ende busca un mayor peso global en la industria petroquímica. La meta es clara: maximizar el valor de los hidrocarburos que produce (y procesa).
Sin embargo, países como China se saben dueños de un porcentaje significativo de dicha demanda adicional y sus empresas se preparan para quedarse con una rebanada más grande del pastel.
A mediados del 2019, la compañía Hengli Petrochemical Refining echó a andar un complejo integrado en Dalian, al noreste del país, capaz de procesar 20 millones de toneladas al año de crudo (o 400,000 barriles diarios), de las cuales 14 millones de toneladas (mmt) corresponden a químicos, entre los que sobresale el paraxileno, el precursor del PET (tereftalato de polietileno).
Para dimensionar este volumen basta con recordar que la capacidad instalada total de Pemex al 2018 es de 10.2 mmt anuales, de acuerdo al Sistema de Información Energética.
Otro complejo integrado aún más grande es el de Zhejiang Petrochemical Company en la ciudad de Zhoushan en la costa este del país, conformado por dos fases diseñadas para procesar 20 millones de toneladas anuales de petróleo cada una. La primera fase, la cual se espera entre en operaciones en el 2020 , contempla tener un rendimiento petroquímico de al menos 45%, y producir 4 mmt de paraxileno, 1.5 mmt de benceno, 1.4 mmt de etileno, entre otros precursores.
Para el 2021 se espera entre en operaciones la segunda etapa, y con ello elevar al doble la producción del complejo.