Afortunadamente hemos visto cambios en los esquemas de trabajo y muchas empresas han extendido el periodo de maternidad, han implementado tiempo flexible y han construido guarderías o logran convenios con estancias que tienen altos estándares de calidad.
Adicionalmente han abierto salas de lactancia, para que el bebé esté cerca de la madre, contribuyendo a que se sientan tranquilas y al tiempo se promueve el sentido de pertenencia con la organización.
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Sin embargo, un alto porcentaje de mujeres sin pareja (tasa que sigue creciendo) enfrenta el doble reto de la atención a los hijos y la carga económica, lo que implica un mayor estrés. Muchas buscan un esquema de trabajo más flexible, pero al no encontrarlo, optan por emprender negocios propios.
Las que siguen laborando y no son apoyadas con políticas acordes a sus necesidades, descuidan la atención de los hijos y esto genera una mayor presión social por situaciones de depresión juvenil y suicidios, entre otros efectos adversos.
Gobierno y empresas deben redoblar esfuerzos para crear más opciones que apoyen el cuidado de los niños hasta la adolescencia, como espacios dentro de las organizaciones donde reciban una formación integral; eso promoverá que sus madres vayan alcanzando posiciones de mayor liderazgo.
En mi experiencia, una cultura inclusiva y esquemas flexibles han sido esenciales para alcanzar una posición directiva y un balance de vida y trabajo. Además, un buen clima organizacional, la capacitación constante y programas de desarrollo de talento contribuyen a una alta participación de la mujer en posiciones de mayor responsabilidad.