Ha sido impresionante ver cómo, ante la confinación forzada de millones de personas en el mundo, la naturaleza ha tomado un respiro al grado de hablarse de una reducción de la capa de ozono en el polo, presencia de fauna acuática no vista en muchos años en Venecia, y disminución drástica de contaminación atmosférica en las grandes ciudades, entre otros fenómenos positivos interesantes.
Y todo eso seguro se refleja en una reducción importante de consumo eléctrico a nivel mundial. El cierre de miles o millones de fábricas, centros comerciales, restaurantes, cines, centros de entretenimiento y oficinas en todo el mundo, seguro tendrá un impacto importante en el despacho eléctrico, aun con el natural aumento de consumo de tarifas domésticas.
Ante todo eso, me pregunto si el gigantesco consumo energético mundial era totalmente necesario, o si el precio de una lucrativa economía justificaba el daño ecológico global.
Y no hablo de sistema económico en particular, los dos países más contaminantes y demandantes de energéticos son los íconos del capitalismo (Estados Unidos) y del comunismo (China), es decir, la economía número 1 y número 2 globales, sin importar si los rige Adam Smith o Karl Marx.
Trasladando esto a México, creo que la lección (entre miles) que aprenderemos de esta pandemia, es que nuestro estilo de vida debe cambiar para siempre y, nuevamente, no hablo de un fracaso maravilloso del neoliberalismo o de las maravillas fracasadas del comunismo, hablo de que debemos replantear la matriz energética y la matriz de generación.