Pero sobretodo, debe regirse por la sensibilidad y la humildad, elementos claves de esta figura, superando la soberbia, la arrogancia, la carencia de diálogo, el ensimismamiento ególatra y la ceguera del resentimiento.
No requerimos de mesías ni de charlatanes con pensamiento limitado y enano, sino de un grupo de perfiles profesionales, capaces de manejar y dirigir sus responsabilidades de manera íntegra y exitosa, con habilidades y talentos ordinarios y extraordinarios, con un ímpetu y un amor a la patria auténtico.
Un colectivo de líderes como generadores de conocimiento ante los desafíos, que unan sus esfuerzos hacia un objetivo en común: sentar las bases para la construcción del mañana y la formación de las nuevas generaciones.
Nuestras sociedades están cansadas de tener líderes vacíos. Lo único permanente es el cambio; es éste el que permitirá la evolución frente a nuevos retos. Yo desconozco si el líder nace o se hace; lo que tengo claro es que urgen ese tipo de seres humanos adelantados a su tiempo, patriotas, visionarios y humanos, aptos para emprender la conquista de un porvenir mejor.
Nota del editor: Carlos M. López Portillo Maltos se ha desarrollado en el ámbito profesional en temas relacionados con la inteligencia, geopolítica, migración, comunicación política y corporativa, medios y análisis político. Cuenta con la Licenciatura en Ciencias Políticas, del Tec de Monterrey, y una Maestría en Responsabilidad Social, de la Universidad Anáhuac del Norte. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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