La causa es buena, los que podemos hacer este “sacrificio” estamos apoyando a los que no pueden. Estamos cuidando a los que tienen que salir para ganarse la vida; protegiendo a nuestros seres queridos y en última instancia a nuestro país; sin embargo, cuesta y mucho.
Este es un escenario “elegido” porque pudiéramos no seguir las recomendaciones y salir, comprometiendo el bienestar de todos, por ello es una decisión “afortunada”, porque a muchos nos permite estar en casa, con nuestra familia, alimento y comodidad.
Pensemos en otra realidad, la de una persona a la que se le acusa de cometer un delito, aún no ha sido juzgado, aún no se comprueba su culpabilidad, pero entre que se define o no, los legisladores han determinado que pierda su libertad. Esta es la prisión preventiva oficiosa. Si se te acusa de un delito que está en el catálogo antes de averiguar, pierdes ese bien tan preciado.
Todo es diametralmente diferente, entras a una cárcel donde te conviertes en un número más de las estadísticas de México, compartes celda con más personas de las que humanamente pudieran caber, los alimentos que te dan no pueden llamarse comida, no tienes baño, ni agua corriente y tu vida e integridad corren riesgo a cada segundo del día, no hay descanso.
Tu familia está afuera, tiene que trabajar el doble para poder mantenerte “vivo” adentro y poder pagar para visitarte, por unos momentos, rodeados de personas en un espacio por demás incómodo, pero quiero que entiendas que, para este momento, sigue sin demostrarse que cometiste el delito.