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¿Extrañas tu libertad por el COVID-19? Vistazo a la prisión preventiva oficiosa

Usemos el tiempo que tenemos para pensar y reflexionar que la libertad es un derecho que no se puede restringir a la ligera, opina Jimena Cándano.
jue 07 mayo 2020 11:56 PM

(Expansión) – “Libertad”, esa palabra que usábamos tan a la ligera, esa piel que nos poníamos a diario sin darle mayor importancia, la entendemos el día de hoy y no fue sino hasta que la perdimos, y ahora cómo duele, cómo la pensamos y añoramos aún sabiendo que pronto volverá.

Algunos llevamos ya un mes en nuestras casas, hay quienes lo llaman cuarentena, otros, cautiverio, otros, encierro. Hemos cedido de manera voluntaria nuestra libertad para salir a la calle, para trasladarnos, para reunirnos, para abrazarnos.

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La causa es buena, los que podemos hacer este “sacrificio” estamos apoyando a los que no pueden. Estamos cuidando a los que tienen que salir para ganarse la vida; protegiendo a nuestros seres queridos y en última instancia a nuestro país; sin embargo, cuesta y mucho.

Este es un escenario “elegido” porque pudiéramos no seguir las recomendaciones y salir, comprometiendo el bienestar de todos, por ello es una decisión “afortunada”, porque a muchos nos permite estar en casa, con nuestra familia, alimento y comodidad.

Pensemos en otra realidad, la de una persona a la que se le acusa de cometer un delito, aún no ha sido juzgado, aún no se comprueba su culpabilidad, pero entre que se define o no, los legisladores han determinado que pierda su libertad. Esta es la prisión preventiva oficiosa. Si se te acusa de un delito que está en el catálogo antes de averiguar, pierdes ese bien tan preciado.

Todo es diametralmente diferente, entras a una cárcel donde te conviertes en un número más de las estadísticas de México, compartes celda con más personas de las que humanamente pudieran caber, los alimentos que te dan no pueden llamarse comida, no tienes baño, ni agua corriente y tu vida e integridad corren riesgo a cada segundo del día, no hay descanso.

Tu familia está afuera, tiene que trabajar el doble para poder mantenerte “vivo” adentro y poder pagar para visitarte, por unos momentos, rodeados de personas en un espacio por demás incómodo, pero quiero que entiendas que, para este momento, sigue sin demostrarse que cometiste el delito.

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2,600 millones de personas en todo el mundo viven en cuarentena por pandemia

No sé ustedes, pero en el encierro en el que vivimos, con todas las comodidades, los días pasan lentos y las emociones son rápidas, en unas cuantas horas pasamos de la desesperación a la paz, de la esperanza a la desesperanza, también por momentos de angustia, tristeza, incertidumbre y otras emociones. Ahora imagina lo que se vive un solo día en prisión.

En un mes hemos aprendido a valorar nuestra libertad, deberíamos aprovechar este tiempo para valorar también la de los demás, sobre todo de aquellas personas, que no son pocas, a las que después de años en la cárcel, les dicen “es usted inocente, disculpe las molestias”. Claro, no importa, solo le arruinaron la vida, ¿te parece poco?

Usemos el tiempo que tenemos para pensar y reflexionar que la libertad es un derecho que no se puede restringir a la ligera porque aún en las mejores condiciones lastima de forma muy profunda a quienes no pueden tenerla. Debe ser siempre protegida y respetada hasta las últimas consecuencias.

¿Estás cansado, ansioso, fastidiado y frustrado por no poder salir? No te preocupes, en unas semanas podrás hacerlo y te irás reincorporando a tus actividades habituales, con las medidas pertinentes para mantenerte a salvo, quienes estén en prisión preventiva oficiosa no podrán hacerlo y por tiempo indefinido, muy seguramente injustificadamente, ¿no te parece que debemos cambiar eso?

Las crisis del mundo nos duelen, claro que sí, no hay que negarlo, además tienen un costo social importante; sin embargo, de ellas emergen oportunidades para repensarnos como sociedad, cultivar la empatía, aumentar nuestra resiliencia, construir comunidades más seguras y solidarias.

Nota del editor: Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra. Síguela en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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