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¿Dónde vivirás los siguientes 10 años?

En general somos malos para abrir los ojos y ver con claridad las oportunidades al romper con nuestra zona de confort, opina Juan Saldívar.
sáb 25 julio 2020 12:00 AM

(Expansión) – No cabe duda que el 2020 será, por fin, el año en el que millones de personas se enfrentarán a una pregunta ya impostergable: “¿dónde me conviene vivir?”. La prolongada pandemia ha amasado una combinación de fuerzas cuya influencia soslayábamos.

A la posibilidad de trabajar de forma remota, la proliferación de opciones de movilidad y la conectividad casi generalizada, se sumaron el distanciamiento social y el cierre o reestructuración de miles negocios. El impacto romperá con décadas de hacinamiento y autocomplacencia que nos habían cegado ante la posibilidad de mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida.

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A nivel personal, este año también nos dejó desnudos ante el espejo. El reflejo nos enfrentó con -y puso a prueba- nuestras fortalezas, relaciones, destrezas, capacidad económica y, sobre todo, nuestro juego de cintura para quebrar la incertidumbre cotidiana y hacia el futuro. Paradójicamente, son precisamente estos atributos los que necesitamos para ponderar dónde y cómo queremos vivir.

Estamos, pues, ante un punto de ruptura que nos ofrece esa tan elusiva y deseada opción de hacer “borrón y cuenta nueva”; hace sentido al menos plantearnos surcar nuevos cielos y buscar, como las golondrinas, un mejor lugar para vivir, desarrollarnos y echar raíces.

Lo cierto es que, aún con la determinación para buscar nuevos horizontes, resulta difícil iniciar la búsqueda. Ya se trate de considerar nuevas ciudades o, incluso, países, hoy existen muchas fuentes de información que pueden ayudar a afinar la puntería y evaluar a fondo la calidad y el atractivo de los distintos destinos: algunas miden la salud, prosperidad y bienestar de un país (Nation Brands Index o Country Brand Index), otros su contribución al mundo (Good Country Index) y la felicidad de sus habitantes (World happiness Report).

Me gustan también los que miden la generosidad de sus ciudadanos (World Giving Index), la sofisticación de su ecosistema digital (Digital Country Index), de su estado y conciencia de sustentabilidad ambiental (Environmental Performance), de la calidad de la paz social (Global Peace Index), de su competitividad industrial (Global Competitive Index), de su movilidad social (Social Mobility Index) o de la calidad de sus ciudades para atraer el mejor talento e inversión (Quality of Living City Index). Con esta información y tu sentido común, te invito a hacer una lista de tres lugares donde podrías vivir los siguientes 10 años.

Sin duda pondrás sobre la balanza muchas variables que se anteponen para pensar en esta dirección, ya que la migración siempre implica atropellar raíces familiares, costumbres, relaciones y la serenidad que nos otorga el“no moverle”. En general somos malos para abrir los ojos y ver con claridad las oportunidades al romper con nuestra zona de confort.

Así es que no olvides sopesar, del otro lado de la balanza, con que podrías estar más cerca de la naturaleza, reducir el tiempo malgastado en el tráfico y dedicarlo a pasar más y mejores momentos con amigos y familia, crear nuevas y frescas relaciones, estar más sano y menos estresado, vivir más seguro, tener acceso y tiempo para dedicar a la cultura, la buena comida y, por supuesto, tener más tiempo para ti.

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Apuesto a que una mayoría estamos decididos a vivir mejor, pero pocos tienen la inteligencia emocional, valentía y pragmatismo que se requieren para hacer que suceda. Por eso celebro a aquellos amigos que tomaron ya la decisión y se mudaron a Mérida, Tulum, San Miguel de Allende, San Francisco o Austin. También merecen reconocimiento esos amigos y conocidos que permiten el trabajo remoto y valoran a sus colaboradores en función de la productividad, en lugar de su hora de llegada a una oficina.

La opción de migrar ha ido cobrando interés en lo personal y familiar, en especial ante nuestra percepción de la la ausencia de un plan claro para mejorar la situación económica, social, educativa, de salud y cultural para los habitantes -incluidos los que menos tienen- tanto de México como de la CDMX. Sin embargo, reconozco que mi situación privilegiada me ha detenido a la hora de hacer este ejercicio.

Cada uno tiene sus propias prioridades. Sin embargo, dentro del caldo de variables para decidir dónde echar raíces, distingo algunas indispensables de otras deseables. En principio, mi lugar debe de cumplir con tres pilares básicos: acceso a internet, conectividad terrestre y aérea y seguridad. Considero que cubiertos estos cimientos podemos empezar a ponernos ambiciosos, hacer un ranking y evaluar variables que cada persona o familia considere prioritarias.

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Entre los detonadores para comenzar a decantar opciones están los temas asociados a los hobbies, pasiones y pasatiempos de cada persona: acceso a cultura, interacción con la naturaleza, calidad humana de la comunidad, buenas escuelas, oferta culinaria, diversidad o globalidad de su comunidad.

Otras variables que incorporaría en mi proyecto tocan a la capacidad de una ciudad para planear su futuro; el sentido de orgullo de sus habitantes; el balance entre el crecimiento industrial y la protección al medio ambiente, y la oferta única diferenciada (comida, arquitectura, arqueología, diseño, etc.).

Otra herramienta útil, el estudio de calidad de vida de Mercer 2019, pone en evidencia una feroz competencia entre ciudades. Dentro de América Latina la mejor posicionada es Montevideo, en el lugar 78. Buenos Aires se ubica en el #91, mientras que la Ciudad de México apenas alcanza el #129. Viena resalta como #1, Múnich #3 y Sydney como #11.

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Vaya que muchos destinos están ante una inmensa área de oportunidad para revisar su identidad y valores competitivos; valorar su historia, presente y futuro; escuchar y actuar conforme a la experiencia de sus ciudadanos; replantear o fortalecer su oferta cultural; afianzar y renovar su plataforma de promoción y redefinir el tipo de personas que buscan atraer, ya sea como turistas, empresarios o residentes.

Lo cierto es que hoy estamos más dispuestos que nunca a sacrificar ingresos, raíces y carreras profesionales en aras de perseguir un mejor destino a largo plazo para nosotros y nuestros hijos. La moneda está en el aire, nuestra mirada expectante puesta en ella, contra el cielo. Presiento que la suerte nos sonríe en este lance, en la medida que se abren o cierran oportunidades debido a la interminable crisis sanitaria y la profunda transformación industrial, que no ha hecho sino acelerarse. Apostemos a mejorar radicalmente nuestra calidad de vida. ¿Te atreves?

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Nota del editor: Juan Saldívar es consultor de negocios, inversionista y experto en medios y mercadotecnia. Su pasión está en el futuro de las marcas, el comercio, el diseño estructural y el reclutamiento de posiciones críticas para el futuro del trabajo. Síguelo en Twitter como @Juan_Saldivar y/o escríbele a Juan@sws.ms Las opiniones publicadas en esta columna y la imagen para ilustrarla pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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