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Además de COVID-19, obesidad

Nuestras autoridades de salud seguramente conocen mucho sobre la obesidad pero es poco lo que han hecho para reducirla y evitar o al menos retardar las muertes que origina, opina Mario Maraboto.
jue 13 agosto 2020 07:00 AM

(Expansión) – Entre las polémicas frases del doctor Hugo López-Gatell, el funcionario recientemente se dirigió a la industria de alimentos y bebidas: “¿Para qué necesitamos el veneno embotellado, el de los refrescos?”.

Durante varios días la atención del subsecretario se centró en atacar específicamente a los refrescos como factor de riesgo en la pandemia por causar obesidad: “en la epidemia de #COVID19 las y los mexicanos corren mayor riesgo de complicaciones a causa de enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes e hipertensión derivadas de mala alimentación.” El pasado 28 de julio informó que del total de fallecidos por COVID-19, con actualización hasta el 23 de julio, el 67% padecía obesidad o algún otro padecimiento crónico. Específicamente dijo que falleció el 25% de las personas contagiadas por COVID-19 y con obesidad.

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Sus declaraciones abrieron la puerta, nuevamente, al tema de la obesidad y su relación con ciertos alimentos y bebidas, y celebró que en Oaxaca se prohíba por ley la venta de refrescos y dulces a menores de 18 años, medida que no soluciona el problema pero sí pone en riesgo la economía de los más pobres –a los que AMLO ofreció apoyar- y la de pequeños comerciantes a quienes conocemos como “tenderos” o propietarios de tienditas y changarros que pueden ver lesionada su economía. El riesgo es que cunda el ejemplo irracionalmente a nivel nacional.

En alguna de sus conferencias vespertinas el subsecretario recordó que la epidemia de obesidad se fue dando a lo largo de los últimos 35-40 años debido a una mala alimentación. “Uno come lo que tiene al alcance”. Desafortunadamente en México mucha gente sólo tiene a su alcance un refresco y una botana y al paso que vamos, pronto ya ni eso.

De acuerdo con la Academia Nacional de Medicina existe consenso en la literatura de que los factores que incrementan el riesgo de sobrepeso y obesidad son: la inactividad física y el sedentarismo, el gran tamaño de las porciones en la comida, los alimentos con alto índice glucémico y la elevada frecuencia en la ingestión de alimentos entre comidas.

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El problema no es exclusivo de México. La ficha técnica número 6 del Consejo Consultivo de Ciencias, publicada en junio de 2017, reconoce que la obesidad, al igual que la mal nutrición, afectan a varias regiones del mundo y que la primera ha seguido en aumento desde hace cuatro décadas y los problemas de desnutrición persisten. “Entre 1975 y 2014, la prevalencia global de obesidad en hombres se triplicó (3.2 a 10.8%) y en mujeres aumentó más del doble (6.4 a 14.9%). Actualmente, se estima que más de una tercera parte de los 5,000 millones de adultos tienen sobrepeso u obesidad y cerca de 41 millones de niños menores de cinco años presenta un peso mayor al normal”.

Derivado de las declaraciones de López-Gatell se ha vuelto a poner en discusión el incremento del Impuesto Especial a Productos y Servicios (IEPS) a algunas bebidas y alimentos, como una medida que coadyuve a la reducción de la obesidad. Lo mismo se hizo en 2014 sin mayores efectos respecto a dicha enfermedad.

Al respecto Katherine Rich, aún Presidenta del Consejo de Alimentos y Abarrotes de Nueva Zelanda declaró en 2016 a un medio de aquel país con relación a una medida similar en Reino Unido que México es ejemplo del fracaso del impuesto para combatir la obesidad: “Los datos de Nielsen revelaron que el consumo de refrescos en México sólo disminuyó 0.39 por ciento desde que se introdujo el impuesto en 2014, en tanto en Nueva Zelanda ha disminuido en 4% en sólo un año y sin ningún impuesto”.

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Algunos países han desarrollado e implementado acciones que han impactado positivamente en el control de la obesidad. Han considerado acciones intersectoriales de política pública basadas en evidencia y en programas de involucramiento social encaminados a generar la voluntad de cambio en la sociedad. Esos países han atendido las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el desarrollo de programas de prevención con enfoque multifactorial y multinivel, basados en teorías y modelos que consideran las influencias psicológicas, sociales, culturales y ambientales en la prevención de la obesidad infantil.

Dicen los que saben que la promoción de estilos de vida saludables requiere estrategias de cambio en el comportamiento que sólo se puede dar si existen o se generan las condiciones para desarrollar comportamientos saludables, venciendo barreras sociales, culturales y económicas, no con impuestos que, además, en México difícilmente se destinan a la promoción de la salud.

Por los antecedentes, nuestras autoridades de salud seguramente conocen mucho sobre la obesidad pero es poco lo que han hecho para reducirla y evitar o al menos retardar las muertes que origina. Es un problema que no requiere ser asociado al COVID-19 para causar daño.

Nota del editor: Mario Maraboto es Licenciado en Periodismo por la UNAM. Investigador Asociado en la Universidad de Carolina del Norte. Autor del libro "Periodismo y Negocios. Cómo vincular empresas con periodistas". Consultor en Comunicación, Relaciones Públicas y situaciones especiales/crisis desde 1991. Escríbele a su correo mmarabotom@gmail.com y síguelo en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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