En el contexto de la actual emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus, esa victoria se refrenda.
La urgencia por encontrar pronto una cura para el COVID-19 ha detonado una carrera entre compañías farmacéuticas y laboratorios, que compiten entre sí para conseguirla.
Si bien el desarrollo de una vacuna implica altos niveles de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), lo cual presionaría su precio inicial para los primeros consumidores, una mayor competencia, la producción masiva, y la protección a la innovación (patentes), conceptos fundamentales de la economía de libre mercado, permitirán que el precio de cada dosis tienda a bajar hasta ser accesible para el consumidor final.
Además, contrario a la opinión popular, el comercio libre también permitirá que más países tengan acceso al antídoto, aunque no hayan participado directamente en el desarrollo de la vacuna, y facilitará que más personas puedan adquirir el tratamiento por sus propios medios, y no estar a expensas de terceros.
Entre las compañías que ya se encuentran trabajando en diferentes etapas de la vacuna están Moderna, Inovio Pharmaceuticals, Novavax, Johnson & Johnson, y Pfizer, en su conjunto podrían producir cientos de millones de dosis para 2021, haciendo que el precio tienda a moderarse. Las primeras proyecciones estiman que cada dosis valdría entre 100 y 1000 pesos mexicanos.
Por supuesto que aun así habrá muchos a quienes les será imposible adquirir la medicina, y por esta razón, es a esta población vulnerable a la que los gobiernos deberán atender. Además, también queda claro que la economía de mercado es imperfecta, no obstante, es el mecanismo más efectivo para garantizar que la vacuna tenga un mayor alcance.