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Hacia un segundo error de octubre

Deberíamos actuar con pragmatismo, en función de lo que importa en este tema: energía abundante y disponible para todos, lo más barata posible, segura, limpia, opina Rodrigo Villar.
mié 07 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – La cancelación de las obras del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco fue calificada en su momento como “el error de octubre”, haciendo eco del “error de diciembre” de 1994 por sus consecuencias para la economía nacional y el sexenio que en ese entonces comenzaba.

A dos años, todo apunta a que el vaticinio no fue errado, al menos en lo que atañe a la inversión privada. Peor aún, estamos ante el riesgo de otro “error de octubre”, como refuerzo decisivo para los efectos del de 2018.

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El detonador sería el acatamiento de los órganos reguladores del sector energético, técnicamente autónomos, al memorándum presidencial de 17 puntos en el que se les insta a “ajustarse a la nueva política económica y energética”, pues “su misión”, pese a lo que diga la ley, debe ser “rescatar la industria del petróleo y electricidad de la nación”. Según se reporta en los medios de comunicación, ya habrían aceptado los comisionados y directivos de la CRE, la CNH y el Cenagas, mientras que el titular del Cenace renunció.

De consumarse esta ofensiva, y en medio de la peor recesión económica en casi un siglo, el golpe a la inversión será letal, no sólo en términos de desinversión en la industria afectada y la cancelación definitiva de varios proyectos que todavía seguían en pie, sino como inhibidor en el resto de los sectores; sobre todo, por las señales contundentes de que en México falla la seguridad jurídica para las inversiones, pero también de que vamos por un rumbo equivocado, dándole la espalda al futuro.

El memorándum no sólo esboza un modelo de energía inconsecuente con lo que pasa en el mundo y las necesidades del México actual: está repleto de contradicciones entre sus postulados.

En contravención a la legislación en la materia, y aun a la Constitución, se invita a los reguladores incumplir con las obligaciones de su cargo para privilegiar a las centrales de la CFE en el mercado mayorista eléctrico, aunque su costo de generación sea mucho mayor al de los privados, y en particular al de las renovables. En suma: sería la cancelación de facto de la competencia con base en la eficiencia para generar más barato, a cambio de una re monopolización onerosa y contaminante.

Con esa “lealtad ciega” con que se pide a los funcionarios poner a un proyecto político por encima de la ley, podría haber incluso demandas judiciales contra sus personas. No en balde la recomendación que les ha hecho el especialista en energía David Shields de renunciar tanto por el legítimo interés de su país como el de ellos mismos.

De lo contrario, gran parte de su tiempo se concentrará lluvias de amparos aún más copiosas que las que hemos visto hasta ahora tanto de empresas de energía como de industrias que hoy pueden tener un abasto eléctrico más económico, organizaciones ambientalistas o gobiernos estatales. Todo eso, más litigios internacionales por incumplimientos de acuerdos como los del T-MEC.

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Además, se exige que nunca aumenten los precios de combustibles ni las tarifas eléctricas para los usuarios, receta perfecta para que, eventualmente, se disparen las pérdidas para el Estado y sus empresas. Extraño camino en el propósito de fortalecerlas.

Paradójicamente, se ordena suprimir supuestos subsidios a particulares que participan en la industria. Es bien sabido que su aportación al sistema eléctrico, por su eficiencia, está entre las pocas cosas que han permitido mitigar un poco los números rojos del sector eléctrico gubernamental, provocados en gran parte por los subsidios, en este caso no imaginados, sino muy reales, al consumo básico y a la ineficiencia operativa de la CFE.

En el memorándum se subraya el propósito de lograr la autosuficiencia energética, aunque las demás exigencias atenten contra ello, además de que podrían agregar, en paréntesis, un disclaimer: “No nos hacemos responsables de que dicho objetivo pueda desencadenar la quiebra de las finanzas públicas, mayores emisiones de CO2 a la atmósfera y más partículas causantes de muertes por enfermedades respiratorias”.

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Por un lado, se llama a aumentar la extracción de crudo y la capacidad de generación eléctrica; por otro, a detener el otorgamiento de permisos y concesiones a particulares. En la realidad, que rara vez se mueve solo por efecto de buenos deseos o memorándums, la producción de petróleo de las compañías privadas que están trabajando en México crece fuertemente y la de Pemex no deja de caer.

Por si fuera poco, se pretende que ya no exporte, a lo que podrían añadir otra nota de descargo en cuanto al problema colateral para una empresa híper endeudada en moneda extranjera.

Para no quedar cortos, se reivindica la construcción y remodelación de plantas de generación eléctrica, aunque en el aquí y ahora la CFE esté cancelando obras y proyectos por la sencilla razón de que no tiene dinero para hacerlas por su cuenta.

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Como país, debemos ser capaces de ver más allá de nuestro ombligo, para asimilar lo que está pasando en el mundo como una vacuna de realismo contra una pésima estrategia tanto de inversión como de autonomía energética. Cierro con un ejemplo sobre ese contraste, con la idea de abundar en otras evidencias en el próximo artículo, a fin de poner un granito de arena en la alerta contra este segundo error de octubre.

Chequen la carta de compromiso del movimiento Divest-Invest , que ya han suscrito cerca de 60,000 inversionistas de todo el planeta: cero nuevas inversiones en combustibles fósiles, vender las que ya tienen en no más de cinco años y poner el dinero en soluciones coherentes con el cambio climático, como energía renovable y eficiencia energética. 12 grandes ciudades, como Los Ángeles y Ciudad del Cabo, acaban de firmar su compromiso equivalente.

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En nuestro país, en cambio, se quiere doblar una apuesta que incluye sostener termoeléctricas obsoletas que queman combustóleo, prohibido incluso para barcos de la marina mercante. Como la de Tula, uno de los principales causantes de la épica y mortífera contaminación de nuestra gran Ciudad de México.

Deberíamos actuar con pragmatismo, en función de lo que importa en este tema: energía abundante y disponible para todos, lo más barata posible, segura, limpia, y con todo ello, más inversión, empleos y crecimiento. Básicamente, pero eso sí sería una transformación y nos daría soberanía.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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