Sabíamos que el principio de “soberanía energética” es el eje rector del sexenio 2018-2024, pero lo que llama fuertemente la atención de la renuncia de Morcos, es que la autonomía le estorba al jefe del Ejecutivo, incluyendo a la que se dice Secretaria de Energía, en su visión dogmática de México.
¿Qué es el CENACE? Antes de la Reforma Energética del 2013, el CENACE era una dependencia de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y siempre ha tenido a su cargo el llamado despacho eléctrico, incluyendo a las plantas particulares que, bajo la ahora derogada Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, siguen operando bajo el esquema de Productor Independiente bajo reglas claras de operación que ya incluían eficiencia, seguridad y estabilidad.
Asimismo, pero con la Reforma Energética, se le otorgó al CENACE su autonomía dado que se dedica, además, al control del creado Mercado Eléctrico Mayorista (MEM).
La renuncia del ingeniero Morcos y el nombramiento de una persona proveniente de CFE, busca regresar al esquema donde el CENACE sea una dirección más de CFE, y con ello sea CFE la que controle el despacho propio y de su competencia (privados), además de operar el MEM, es decir, que opere aquel mercado donde los particulares transaccionan operaciones de compra-venta de energía en condiciones de libre competencia que permite ofrecer energía más barata a los usuarios finales.
Todos estos cambios “fundados y motivados” en un memorándum.
Es verdad que el Estado tiene –siempre ha tenido– el control exclusivo del sistema eléctrico nacional a través del CENACE; pero recordemos también que son billones de dólares de inversiones y activos los que operan en el MEM, y que las plantas deben ser despachadas bajo racionales técnicos claros, lógicos, económicos y preestablecidos para poder amortizar otros tantos billones de dólares de inversiones ya comprometidas en México.
Por otro lado, eliminar la regulación de “despacho económico” (las plantas más eficientes), es un desatino nivel Echeverría, no sólo porque la energía será más cara a los usuarios finales, sino porque vulnera el respeto a los compromisos internacionales en materia de protección de inversiones, ataca el respeto a los contratos, vulnera directamente a las inversiones y fractura la credibilidad para atraer más.