Ninguno de esos mensaje me disuadió del consumo y me atrevería a decir que sucede lo mismo con miles de personas fundamentalmente porque ni autoridades ni empresas han explicado al consumidor qué son las grasas trans o las grasas saturadas, cuántas kilo calorías (Kcal) son buenas, malas o necesarias para las personas de ciertos rangos de edad y condición física, o qué son y qué efectos pueden tener ciertas cantidades de elementos contenidos en los diferentes productos y bebidas.
Por eso me causó gracia el video de una señora mayor de edad que, al ver las etiquetas sólo exclamó “me vale madre” y procedió a consumir. Son productos que se han consumido durante muchos años como parte de una cultura de consumo.
Esos mensajes obedecen a una preocupación de hace décadas por parte de muchos gobiernos, incluidos los de México, por prevenir enfermedades como obesidad, hipertensión y otras que luego pueden intervenir como comorbilidad en otras como sucede actualmente con la pandemia del COVID-19.
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En México la prevención se ha reducido a campañas para intentar motivar la actividad física, realizar exámenes periódicos y concienciar sobre la gravedad de la obesidad y el sobrepeso. Son mensajes del tipo: “chécate, mídete, muévete” o “¿Cuántas rebanadas te vas a comer?” Son esfuerzos enfocados a criterio de cada gobierno, pero ninguno ha estado planteado como una estrategia de educación transexenal que pueda dar resultados a lo largo del tiempo.
La mayoría de estos mensajes de campaña son en un tono imperativo y de amenaza y tienden a responsabilizar al individuo y a las industrias por las condiciones de salud. En el caso de los niños transfieren la responsabilidad a los padres, como está sucediendo con la prohibición de venta de ciertos alimentos y bebidas a menores de 18 años en el estado de Oaxaca, tendencia que busca expandirse con el apoyo del “rock star” de la llamada cuarta transformación, Hugo López-Gatell.
Las campañas y las acciones de gobierno que intentan comunicar salud o estilos de vida saludables se han centrado, ante la ineficacia de su comunicación, en responsabilizar a los productos industrializados por incrementar los riesgos a la salud. Pero esos productos no son los únicos que tienen relación con la obesidad y otras enfermedades. Es el caso de las carnes (rojas y blancas), los aceites comestibles, e inclusive las tortillas. En ninguno hay mensajes de prevención.