Trump optó por desestimar la gravedad de la pandemia y junto con un minúsculo grupo -entre los que se cuentan Boris Johnson, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador- decidieron “declararle la guerra al cubrebocas” y no adoptar oportunamente las políticas públicas necesarias para enfrentar la pandemia.
No es gratuito que Estados Unidos lidere la cifra de contagios y defunciones por COVID-19 y que lejos de ir resolviendo el problema, las elecciones coincidan con nuevos picos de contagios.
Voto postal y adelantado
Dado que las elecciones presidenciales en Estados Unidos siempre son en martes, tradicionalmente se ha posibilitado votar de manera anticipada y a través del servicio postal. Justo por los desafíos logísticos que impone el COVID-19, una cantidad récord -más de 90 millones de electores- han votado de manera anticipada a la jornada electoral. Aquí está una de las claves centrales de estos comicios.
Como suele suceder con diversos temas de organización electoral en Estados Unidos donde no hay una reglamentación nacional sino que dependen de los estados que integran la Unión Americana, hay estados que permiten el conteo de votos adelantado a la jornada electoral y otros no.
Esto posiblemente lleve a esperar más de lo que elecciones presidenciales anteriores ha sido el estándar para tener el cómputo por estado tanto de los votos emitidos presencialmente en la jornada electoral, como los adelantados y los provenientes por la vía postal.
Narrativa del fraude y estrategia judicial
No hay antecedentes de contendientes a la Presidencia en Estados Unidos que hayan construido la argumentación populista de fraude electoral como en el caso de Trump. Dado que todas las encuestas y proyecciones serias tanto a nivel nacional como en la sumatoria de estados que se requieren para obtener el triunfo en el Colegio Electoral dan el triunfo a Joe Biden, Trump preparó durante la campaña la narrativa de un posible fraude -que no tiene asidero alguno más allá de su mente- para impugnar las elecciones en caso de que el resultado -como todo parece indicar- no le favorezca.
OPINIÓN. El último debate Trump-Biden: una fotografía de la contienda
En esa lógica se explica la celeridad con la que se nombró a la conservadora Amy Coney como sucesora de Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema de Justicia. Es muy posible que si los resultados no favorecen a Trump pueda detonar la vía del litigio que terminara definiendo la Presidencia en la Corte, como ocurrió en 2000.