De acuerdo con UNICEF, el Anexo Transversal de Recursos para la Atención de Niñas, Niños y Adolescentes funge como guía para conocer el total de recursos que se destinarán para la atención de la infancia y la adolescencia. Para 2021, se etiquetan 791,632 millones de pesos, lo que representa un incremento mínimo de 0.2% respecto a 2020. En términos prácticos, habrá un presupuesto bastante reducido para Primera Infancia y servicios para menores de cinco años como el tamizaje que permite la identificación y gestión eficaces de discapacidades.
La frialdad de las cifras demuestra la frialdad de los tomadores de decisión que dará paso a que 1.5 millones de niñas, niños y jóvenes no reciban alimentación escolar por el recorte del 100% del Programa de Escuelas de Tiempo Completo, una ausencia total de recursos para programas orientados a corregir las brechas de acceso y uso tecnológico de la población estudiantil, una reducción de 19% en el Programa de Salud Materna y Reproductiva.
También, la alerta se enciende ante las condiciones presupuestarias para la protección y restitución de los derechos de niñas, niños y jóvenes, lo que los coloca en una absoluta indefensión.
De acuerdo con el análisis de estudiosos en la materia, el Presidente Andrés Manuel López Obrador se muestra sensible ante las poblaciones en desventaja pero no hace explícita la prioridad hacia niñas, niños y jóvenes. Así, las secretarías de Gobernación, Educación, Salud, Bienestar, trabajan en ciertos programas y cuentan con funcionarios conscientes de las problemáticas que padecen estos grupos etarios, pero hace falta contundencia en la implementación de las políticas públicas y así todo se descompone.
La descomposición es más profunda ahora en estos tiempos aciagos de pandemia. Y los ingredientes para ello están frente a nuestros ojos. El confinamiento está impactando en la nutrición de estos grupos, que hoy consumen productos con altos niveles calóricos. El encierro también está deteriorando su salud mental. El rezago académico es brutal. La violencia que sufren en casa o fuera de ella está provocando reales cuentos de terror.
Sí, el dinero está escaso, las prioridades son muchas, la vulnerabilidad está en todas partes, pero valdría la pena considerar que nuestra costumbre de mirar al corto plazo no nos ha generado los dividendos que hemos pretendido. Apostar por el largo plazo, aún en tiempos turbulentos, puede traernos otros resultados. Las generaciones que vienen atrás lo agradecerían mucho y la historia que se escribiría sería una gran recompensa.