La crisis económica en México por el COVID-19 y sus consecuencias en el consumo de energía
De arranque, se alista un paquete de infraestructura de 2 billones de dólares centrado en la mitigación y la resiliencia ante el cambio climático. Para poner en perspectiva, el compromiso de la Unión Europea al respecto es de 1.1 billones para los próximos 10 años. Se busca que la red eléctrica sea 100% renovable y limpia para 2035 y que la economía alcance el cero neto de emisiones de efecto invernadero antes del 2050.
Biden va por la mayor inversión de la historia en investigación e innovación en energía, con 400,000 millones para 10 años, así como una apuesta en combustibles alternativos e infraestructura de carga de vehículos eléctricos, incluyendo 500,000 estaciones. Desde el 20 de enero gestionará el reingreso al Acuerdo Climático de París y el respaldo al Fondo Verde para el Clima de la ONU.
Igualmente, iniciará la reversión de varias de las regresiones regulatorias del periodo Trump y el impulso a estándares nacionales con el ejemplo de los estados de vanguardia en el tema, principalmente California. Habrá estímulos para la industria y la exportación que liguen la ley Buy America a la nueva directiva ambiental, y en cambio, nuevas restricciones a los combustibles fósiles, como limitaciones a su financiamiento.
Ojo: la política energética anacrónica que hoy se sigue en México, de persistir, encontrará más obstáculos y se volverá aún más costosa. Nuestros vecinos difícilmente se privarán de usar disposiciones como las del T-MEC para defender sus intereses y procurar su agenda.
Más aún, el gobierno de Biden incluso promoverá la estandarización de la divulgación de riesgos climáticos en los estados financieros corporativos.
En el sector financiero prácticamente se da por descontado que la inversión ESG y de impacto, que de por sí ya estaban en un boom que se acentuó con la pandemia, van a dispararse. Hacia eso apunta la coincidencia con las iniciativas promovidas en la SEC por el Sustainable Accounting Standards Board o el que se reviva la oficina de innovación social creada durante la administración Obama.
Para mí queda claro de hacia dónde va, en gran medida, no sólo Estados Unidos, sino el mundo, en cuanto a esos motores de cambio y desarrollo. ¿A dónde vamos nosotros?
Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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