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Receta perfecta contra la inversión

Si no hay visión, ambición y una mezcla de consistencia y resiliencia, la inversión será mediocre, al igual que el crecimiento, opina Rodrigo Villar.
mié 21 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – De acuerdo con datos del informe de Perspectivas de la Economía Mundial del FMI, excluyendo a países con guerras u otras catástrofes y a los que presentan circunstancias muy particulares, como islas que dependen de la llegada de cruceros, México podría ser uno de los cinco países en peor situación, entre una profunda recesión y una recuperación muy débil.

Al final de este sexenio, el ingreso per cápita seguiría por debajo del previo a la pandemia. Para evitarlo habría que elevar la inversión, pero ahí vamos en sentido contrario.

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La caída de la inversión es el principal factor por el que ya en 2019 estábamos en recesión. Ese año fuimos uno de los 17 países de la lista de 195 con contracción. La causa fundamental persiste: un consistente deterioro de la certeza jurídica y con ello, del clima de negocios.

No podemos esperar que aumente la inversión si, en los mismos días en que representantes del sector empresarial y el presidente anuncian un Acuerdo de Reactivación Económica, se extiende el negocio de las tomas de casetas de peaje o los bloqueos de trenes sin que las autoridades hagan nada, entre otras evidencias de un deficiente Estado de derecho.

Mientras el presidente del CCE declaraba que hubo un compromiso de certidumbre y “total respeto a la legalidad”, se le cambiaban las reglas de juego a quienes invirtieron en autoabasto eléctrico y sigue congelado el trámite de permisos o procedimientos para favorecer a los monopolios gubernamentales, en contravención a la legislación de energía y competencia.

Al mismo tiempo, exportadores enfrentan un nuevo trámite que detiene la importación de componentes y hasta su producción, además de que se les retrasan devoluciones de IVA por meses, al grado de comprometer su liquidez.

Se habla mucho de la gran oportunidad de México en el nearshoring y la reubicación de operaciones manufactureras que están en China. Podríamos ser campeones en la atracción de estas inversiones, pero estamos enviando señales muy inoportunas. Hasta el Departamento de Estado estadounidense ha alertado de una degradación de nuestro clima de inversión.

Para la toma de decisiones de inversión, los hechos pesan mucho más que ceremonias y palabras que, como dicen, se las lleva el viento. Máxime luego de la casi surrealista cena en Palacio Nacional para que empresarios financiaran la rifa del avión presidencial.

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Se ha dicho mucho de lo insuficiente del plan de infraestructura: además de que algunos proyectos ya estaban en marcha, implica poco más de 297,000 millones de pesos, un 1% del PIB.

Para que México crezca al 4% anual, como se nos había prometido antes de que eso se olvidara bajo el argumento de que lo importante es la “economía moral”, hay un consenso entre economistas de que tendríamos que mantener una inversión de 24% como proporción del PIB. En los últimos años apenas llegamos al 20%, donde nueve de cada 10 pesos los pone el sector privado. Ahora estamos en niveles de hace dos décadas.

China invierte 40% como porcentaje de su PIB cada año y la India 30%. El FMI estima que, respectivamente, en los próximos cinco años, crecerán al 6 y al 8% en los próximos cinco años. Nosotros, al 2.4%.

De lo que no se ha hablado tanto es de la calidad y el sentido de las inversiones concretas del plan. Más que en la disponibilidad de capital, habiendo tasas históricamente bajas en el mundo para buenos proyectos, la limitación está en la ideología del gobierno: el foco en áreas muy lejanas de ser de vanguardia o alto valor agregado, y en gran medida contratos a la segura.

Casi dos tercios del total corresponde a cinco proyectos: una coquizadora en la refinería de Tula y la rehabilitación de otra en Cadereyta, una planta de licuefacción de gas en Salina Cruz, un corredor ferroviario en Monterrey y el fallido Tren México-Querétaro.

Comparemos con el plan de inversión tecnológica chino: 1.4 billones de dólares hasta 2025 para la carrera por la economía 5G, con el Partido Comunista haciendo equipo con Alibaba, Huawei o SenseTime. La Estrategia España Digital 2025: 140 mil millones de euros en cinco años, con sinergias con Telefónica o Microsoft. El refrendo del Pacto Verde Europeo, con un fondeo de un billón de euros para inversiones sustentables. Todo anunciado durante la pandemia.

Eso es inversión de impacto. De alta rentabilidad económica, ambiental y social. ¿Cuándo veremos aquí un verdadero acuerdo nacional, que nos catapulte al futuro y ayude a salir de la polarización?

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6 sectores en los que puedes invertir después de la pandemia

Si quieres entrever el futuro de un país, antes que recurrir a adivinos, checa en qué está invirtiendo. En eso pensaba cuando vi dos noticias contiguas: una sobre dos nuevos partidos políticos de líderes sindicales que recibirán financiamiento público; la otra, que el gobierno ya no cubrirá cuotas de afiliación de nuestros científicos a organizaciones internacionales de sus especialidades.

Si no hay visión, ambición y una mezcla de consistencia y resiliencia, la inversión será mediocre, al igual que el crecimiento. Sin Estado de derecho, habrá desinversión. La receta que está provocando eso es clara; hay que hablar más de las recetas que sí funcionan.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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