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El sucio populismo

Se espera que el cambio electoral de nuestro país vecino abra los ojos del electorado contra los dogmatismos populistas que fundan políticas energéticas de Estado, apunta Claudio Rodríguez-Galán.
vie 20 noviembre 2020 11:58 PM

(Expansión) – No es una posición política ni un ataque a los gobiernos democráticamente electos, es la realidad en el sector energético que sufren varios países bajo el secuestro populista. Hoy hablaré de uno en particular.

Sea para explorar más y mayores yacimientos de petróleo o para detener el desarrollo de las energías renovables, a las políticas populistas energéticas les interesa todo menos el medio ambiente.

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En el sector energético, el populismo-nacionalismo es aquel que defiende los recursos naturales contra intereses internacionales y establece políticas basadas en el interés nacional, la grandeza económica de la nación y la protección de la soberanía nacional.

Hasta aquí, todo lo que se diga en contra de dicha posición parecería un ataque suicida traicionero directo a lo más sacrosanto del verdadero buen ciudadano. ¿No es así?

Bueno, pues autores como Andreas Stølan, Benjamin Engebretsen, Lars Ivar Oppedal Berge, Vincent Somville, Cornel Jahari y Kendra Dupuy ya advertían el valor electoral de los recursos naturales y el riesgo que imponían esas frases en el vocabulario de quienes manipulan la información, solo para obtener un lucro político.

Por su parte, el (verdadero) padre de la denominada “Economía del Bien Común”, Christian Felber, nos advierte que el uso dogmático de los grandes conceptos como interés nacional, grandeza y orgullo nacional, soberanía nacional y anexas, son muy solicitados y no son pocos los diferentes regímenes que, a lo largo de la historia, se los han apropiado para sus fines particulares.

Por ende, las políticas populistas que se apropian de la verdad energética surgen tanto de derecha como de izquierda, tanto en países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo, y han fundado discursos electorales muy poderosos, pues llegan a lo más profundo de la psique de la población, pero que materialmente no llevan a ningún lado.

Hasta aquí no hay ninguna novedad y entonces ¿cuál es el problema?

El problema viene cuando esas políticas populistas son efectivamente aplicadas, secuestradas y se vuelven ocurrencias de un Estado incompetente, alejándose dolosamente de lo verdaderamente público.

Todo lo estatal es público, pero no todo lo público es estatal. Eso es materia de otra discusión.

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La crisis económica en México por el COVID-19 y sus consecuencias en el consumo de energía

El problema entonces no es la ideología inepta de la administración estatal de los recursos bajo preceptos de soberanía nacional, sino cuando, basados en racionales dogmáticos, los errores de la administración impactan de forma negativa a la comunidad local, nacional e inclusive global.

El problema entonces no se vuelve que el impacto lo sufran quienes no votaron directa ni indirectamente por dicho populista, simplemente porque el impacto negativo (llamadas externalidades) de sus decisiones acabarán impactando al resto del mundo. El problema se vuelve tal cuando no se entiende que el impacto existe.

El problema ocurre cuando se abusa del noble concepto de soberanía y se utiliza como moneda de cambio para tomar decisiones alegres, pero sin fundamento técnico, económico, legal, operativo ni financiero, y las ocurrencias serán materia de disputas internacionales.

Por lo anterior, las políticas populistas contra el cambio climático, la transición energética, la descarbonización global, las energías renovables, los esfuerzos de almacenamiento e hidrógeno verde –por citar algunas–, fallan y seguirán fallando en la medida en la que estén basadas en dogmatismos populistas de lucro electoral, pero no incorporan políticas públicas serias.

Como nos señala Eugen Loebl, lo peor ocurre cuando se sustentan las políticas públicas en ideas rígidas que resultan ser dogmas que no aceptan contestación, pues de aceptarlas, se descubre la adolescencia de fundamentos tangibles.

Por cierto, el país al que me refiero es Estados Unidos de América de Donald Trump, ¿o en cuál estaba usted pensando?

De confirmarse que en dicho país se ha electo a Joe Biden para ocupar la presidencia de Estados Unidos de América, esperemos que los populistas globales entiendan que efectivamente el pueblo es sabio.

En materia energética, Biden no podrá imponer la agenda energética de México u otro país, eso es claro, pero sin duda, habrá alguien que haga respetar los compromisos internacionales en materia de cambio climático y respeto a las inversiones de los que –por cierto– México también es parte bajo el derecho internacional.

Se espera que el cambio electoral de nuestro país vecino abra los ojos del electorado contra los dogmatismos populistas que fundan políticas energéticas de Estado, de probada fracasada confección que contaminan sin escrúpulos y nos llevan a ningún lado.

¿Qué opinarán los populistas dogmáticos de que empresas petroleras globales exitosas y serias como BP, Eni, Total, Galp o Shell ya han apostado por las energías renovables?

Nota del editor: Claudio Rodríguez-Galán es Socio de la Práctica de Energía de Thompson & Knight. Está clasificado como un “Abogado Líder en Energía”, mexicano y global, por varias publicaciones internacionales, incluyendo Global Chambers, Chambers & Partners, Legal 500 y Who’s Who Legal. Claudio tiene más de 18 años ininterrumpidos ejerciendo el Derecho Energético. Es Maestro y Candidato a Doctor en Derecho. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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