Seguramente el evento no tendrá repercusiones mayores y Joe Biden tomará posesión el 20 de enero. Sólo se pausó momentáneamente un protocolo. Sin embargo, el simbolismo, los motivos subyacentes y su huella atentan contra la democracia.
La manifestación no sorprende. Una parte considerable de la población está inconforme con los resultados de la elección. Era de esperarse que expresara su descontento en el acto que cimienta el triunfo no deseado. Lo preocupante es el nivel que alcanzó y la respuesta parca por parte del presidente.
Las agresiones a elementos de seguridad, el traspaso a las instalaciones, el vandalismo al interior de un edificio de gobierno y el uso de armas de fuego van más allá de una protesta. Ameritaban una represalia mayor por parte del gobierno, pero difícilmente vendría de un líder que propició esta revuelta.
Desde 2016 Trump identificó las diferencias ideológicas y los clivajes políticos, por lo que su narrativa se basó en resaltar los principios que su base defendía y agudizar la polarización. Su forma de gobernar llegó al punto en el que un tuit o una declaración con aplomo pesaban más que lo que dijera la norma.
El presidente que se caracterizó por hacer a un lado los protocolos internacionales, desacreditar a las instituciones, priorizar su imagen pública e imponer su voluntad ante la cohesión política, se concentró en dar resultados a su base. Sin embargo, ese enfoque miope le impidió ver que, mientras se congració con sus seguidores en los últimos cuatro años, la fragmentación de la democracia impulsó a un efecto pendular que inclinó a la población hacia la alternancia.
Este mismo sesgo marcó su campaña de reelección. La respuesta a la crisis sanitaria se concentró en minimizar de los estragos y una politización de asuntos tan simples como el uso de mascarillas. A la par, el manejo evidenció fallas en el sistema de salud pública, enalteció la desigualdad social y expuso la discriminación racial.
De igual manera, Trump defendió a la policía e ignoró injusticias como la que dio vida al movimiento Black Lives Matter. Para la convención de su partido y los debates presidenciales, se dedicó a atacar a los rivales, ignorar las medidas de distanciamiento social y no presentó propuestas nuevas para su segunda gestión. Poco antes de noviembre, movió todos los hilos para nominar a una nueva jueza conservadora cuando los Republicanos no permitieron a Obama en 2016.
Tras la elección, Trump ha tratado de impugnar los resultados, alegando que hubo fraude, aún cuando integrantes de su partido, autoridades estatales y el Colegio Electoral han desmentido sus acusaciones. Juntó a legisladores, gobernadores y actores políticos que defendieran su causa, incluso presentaran objeciones a la certificación, a sabiendas de que es prácticamente imposible no otorgar el triunfo a Biden.