Joe Biden y la casa en llamas

Queremos que el próximo presidente de EU señale y privilegie las políticas públicas que restauren la democracia y convoquen a la sana convivencia entre las fuerzas políticas, apunta Rina Mussali.

(Expansión) – Donald Trump ha escrito uno de los peores pasajes de la historia de Estados Unidos, la insurrección contra el Capitolio que se convirtió en un “asalto sin precedentes a la democracia”, tal y como lo señaló Joe Biden, el presidente electo de Estados Unidos, quien tendrá que recoger a un país binario y azotado debido al flagrante odio y la división que el aún inquilino de la Casa Blanca incitó y provocó.

Han sido muchos los historiadores que han considerado los cuatro años trumpistas como la “peor pesadilla en el mundo desde la Alemania de Hitler”. En este tenor, Madeleine Albright, la primera mujer estadounidense en convertirse Secretaria de Estado, advirtió en su libro “Fascismo, una advertencia”, no tomar por sentado la democracia, pues ganar elecciones no le otorga a nadie una licencia para hacer lo que quiera.

Precisamente, las patrañas y atropellos de Trump durante su presidencia enfilaron a la Unión Americana directamente por la senda antidemocrática, siendo la embestida al Capitolio su momento culminante y el desenlace fatídico que marcará para siempre su presidencia y que le puede impedir postularse nuevamente en el 2024.

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Para Trump no ha sido suficiente el dolor y sufrimiento que cargan los ciudadanos de Estados Unidos y del mundo entero al atravesar la peor crisis económica y sanitaria de los últimos 100 años. Desdeñando la brutal realidad y dándole rienda suelta a su perfil bravucón, continuó en su intento de volcar las cortes, los jueces y las legislaturas estatales para desacreditar la elección del pasado 3 de noviembre alegando un “fraude electoral” inexistente y tratando de invalidar los 81 millones de votos que ganó Joe Biden.

Con esta catarsis nacional y atendiendo la matemática electoral que arrojaron los comicios pasados: mayoría reducida en la Cámara de Representantes y un control apretado en el Senado, -después de la segunda ronda electoral en Georgia- Joe Biden está obligado a concentrar su mirada hacia los adentros de Estados Unidos y lidiar con sus demonios más profundos, pese a representar al país más poderoso e influyente del mundo.

No puede ser de otra manera. El mundo no será prioridad mientras que la casa esté en llamas. Sin embargo, las personas del globo que sustentan una vocación militante y de defensa y compromiso con la democracia no queremos que se sustraiga del mundo. Queremos que Joe Biden señale y privilegie las políticas públicas que restauren la democracia y convoquen a la sana convivencia entre las distintas fuerzas políticas.

Si bien la presidencia trumpista ha menguado la marca democrática de Estados Unidos en el mundo, su poder resiliente y capacidad para superar este momento traumático deberá reafirmar la causa democrática en las relaciones internacionales y la política exterior, a propósito de revertir la “diabetes democrática” y la erosión de las instituciones destilada en muchos países del mundo.

El mundo está sufriendo un revés democrático con la llegada de los hombres fuertes y presidencias autocráticas. Los ejemplos sobran: Vladimir Putin (Rusia), Recép Tayiip Erdogan (Turquía), Narendra Modi (India), Rodrigo Duterte (Filipinas), Víktor Orbán (Hungría), Jair Bolsonaro (Brasil) y Andrés Manuel López Obrador (México), entre muchos otros. Recordemos que el arribo de AMLO en 2018, se produjo cuando otros 27 líderes nacionalistas y populistas estaban en el poder, incluyendo a Trump.

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El intento de subvertir la democracia en Estados Unidos debe empoderar el espíritu y la convicción de Joe Biden para lidiar con firmeza en las arenas movedizas de la política internacional y con el choque dicotómico entre fuerzas sistema-antisistema, voces aperturistas y cerradas, globalistas y nativistas, y élites y agraviados.

Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y conductora de Vértice Internacional en el Canal del Congreso. Síguela en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

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