El camino no debe ser dejar todo al mercado porque, como está demostrado en muchas investigaciones académicas, el capitalismo de libre mercado debe tener buena regulación, un Estado de derecho e incluso se contemplan las fallas del mercado.
Si bien hay avances en la economía de México en los últimos 30 años hemos ido perdiendo competitividad, especialmente frente a los países asiáticos porque ellos van hacia la verdadera transformación de su economía gracias a la inversión en innovación, tecnología e investigación de alto nivel.
En cambio México, en el gobierno del presidente López Obrador, que apuesta a la llamada cuarta transformación, al parecer no se han enterado que un cambio de esa magnitud solo se podrá hacer si invertimos en educación de calidad, en tecnología, investigación de alto nivel, energías renovables y sobre todo se deja de satanizar a la inversión privada.
China y Corea del Sur son ejemplos de que es mejor tener un camino hacia la modernidad vía el liberalismo económico, pero con responsabilidad social que el camino populista de América Latina.
La región latinoamericana ha perdido protagonismo y peso en la política y la economía internacional en favor del continente africano y, por supuesto, el asiático. Además, sus todavía palpables debilidades estructurales, como la inestabilidad, la desigualdad, la corrupción, la pobreza y violencia, además de ser economías que no terminan por tener un amplio desarrollo económico, hace que en muchos casos no se pueda establecer una senda de crecimiento sólida y estable que genere tanto riqueza como una redistribución adecuada.
La etapa dorada de este tipo de lógicas políticas se dio en la primera década del siglo XXI con la aparición de varios movimientos de tipo populista y las correspondientes victorias electorales en países como Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia. Así surgía un bloque que, de manera simplificada, podemos considerar de izquierdas.