Testimonios otorgados por quienes han sido contratados por los partidos para incidir en el pulso electoral no ocultan lo que se avecina y coinciden en que el marketing político emocional será el rey de la temporada. Si bien los actos multitudinarios no se verán, los discursos encendidos viajarán por otros lados. Los políticos y sus grupos de interés intentarán tocar las fibras más sensibles de la gente.
Sobre advertencia no hay engaño: la crisis económica y la vacuna contra el COVID-19 serán el ingrediente para alimentar percepciones positivas y/o negativas hacia los políticos; todo, por alterar el estado de ánimo para ganarse el voto de una sociedad que, así como están las cosas, seguirá dividida, enfrentada, sin ánimos de unidad.
Los planes de ataque ya están listos. Las torpezas y errores del enemigo serán exhibidos. Para muchas personas, la ridiculización de los políticos es un deporte, es algo que disfrutan y así comparten su percepción. Para los estrategas ello implica la creación de una percepción que explotan hasta construir un estigma y, después, el odio toma muchas caras. ¿Cuántas veces puede multiplicarse un ataque bien sembrado? Miles.
Explotación mental. Hacia allá vamos. La pandemia ha sido el caldo de cultivo para desbordar el egoísmo, la depresión. Los estrategas políticos contrarios a la llamada cuarta transformación, consecuentemente, tejerán promesas de campaña cuyo propósito será cuestionar la eficacia del plan de vacunación y los impactos económicos. El oficialismo endurecerá su estrategia, sostendrá que el plan de gobierno es el correcto y llamará al nacionalismo.
“El COVID-19 será una gran herramienta. También, se despertarán los complejos de inferioridad, la envidia, la lucha por los privilegios, los llamados a dejar de ser parte del rebaño y depender de una tarjeta de apoyo. Muchos partidos intentarán ofrecer luz, esperanza, alguna emoción que genere paz pero sin dar detalles”, afirma uno de los estrategas consultados.