“Lo que encontramos es lo que sancionamos”, dijo Jana Palacios, presidenta de la comisión de Competencia a Expansión. “No quisimos hacer un caso político inflando algo que no podíamos defender en tribunales”.
La cifra puede parecer ridícula, pero incluso la manera en cómo la conocimos, una filtración de Bloomberg, puede decirnos algo de por qué es una buena noticia.
Ninguno de los bancos sancionados, Santander, Banamex, Bank of America, BBVA Bancomer, J.P. Morgan, Barclays Bank o Deutsche Bank tuvo a bien comunicar este evento relevante al mercado de valores. Total, todo el mundo sabe que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) es un pato cojo y sin dientes que no levantará la voz por nimiedades como la omisión de eventos relevantes… o por las transas que ocurrieron en el mercado de bonos, entre traders jóvenes y desmadrosos hace una década.
De acuerdo, quizá esta afirmación es injusta (la Comisión quiso llevar la investigación sobre este caso después de que lo iniciara Cofece). Pero muestra un aspecto crucial de este caso y de otros que ha armado Competencia en el sector financiero, como las investigaciones sobre los convenios ocultos de las intocables afores, el buró de crédito o los sistemas de pago de tarjetas de crédito. También explica por qué fueron necesarias las intervenciones de Competencia para frenar y mejorar la ley Fintech o la llamada Ley Monreal de comisiones.
Se llama autonomía.
Se trata de actuar ante los grupos financieros como si fueran fabricantes de tortilla que quieren acabar con la competencia y subir los precios. Y nada más.
Los reguladores del sector financiero -demasiados, dicen los bancos– han sido históricamente cómplices de sus regulados en lugar de defender el interés del consumidor.
En esto no estaban incurriendo en comportamientos de naturaleza inconfesable, simplemente eran coherentes con sus intereses. La Secretaría de Hacienda, emisor de deuda y por tanto gran cliente de las instituciones bancarias, siempre estuvo más preocupado de cuidar la estabilidad del mercado, las buenas relaciones con sus acreedores o la imagen del país, como Banxico lo estuvo de cuidar la solidez de los grupos financieros y el sistema de pagos.
Las leyes, pese a las sucesivas reformas financieras, empezando por la de 2001, nunca dieron suficientes dientes y autonomía a la CNBV. Después de la crisis bancaria de los ‘90 lo importante era la solidez del sector financiero. Lo demás fue, y con más razón en plena pandemia COVID, es y será secundario. Qué bueno que nuestras autoridades cuidan factores tan importantes. Pero ¿quién cuida lo demás?
Sí, los bancos han invertido en construir equipos gigantescos de compliance. ¿Toda una muestra de que esto funciona? Más bien, que temen las reformas de la ley estadounidense que siguieron la crisis de 2001 y la de 2008, o el riesgo de perder la corresponsalía en EU por lavado de dinero –verdadera razón del intento de reforma de la Ley Banxico– o algo como la sanción de 1,900 millones de dólares a HSBC. Parece que poco tiene que ver con nuestra ley e instituciones.
Por ello es un gran paso adelante que un organismo autónomo de competencia entre al terreno sagrado de Hacienda para defender los intereses de los consumidores. Sus investigaciones en todos esos mercados ya modificaron comportamientos.
La CNBV pudo tener en una administración con ánimo transformador un fortalecimiento y un empuje, dado el pasado combativo del presidente López Obrador contra el Fobaproa, un rescate bancario de los ‘90 que respondió a la mala regulación y supervisión previas a la crisis del ‘95. Por el contrario, la austeridad republicana dejó a la CNBV desarbolada y a la deriva.