Se trata de un sector que presenta también muchas paradojas. Por un lado, ha sido ampliamente criticado. Su impacto sobre nuestro medio ambiente es enorme, ya que genera 26% de las emisiones que provocan el calentamiento global, es en gran medida responsable de la sobreexplotación de superficies arables y utiliza con frecuencia materiales no-renovables o tóxicos en sus empaques.
Por si fuera poco, en los albores de lo que la ONU vislumbra como una inminente crisis de seguridad alimentaria, el cambio climático al que contribuye la industria ha derivado en una caída en su productividad y, subsecuentemente, alza de precios.
Esto resulta aún más vergonzoso si tomamos en cuenta el índice de desperdicio y mermas: solo el 70% de la comida producida se consume. Como último ejemplo de una larga lista, se le cuestiona también por la calidad de sus ingredientes, que en ocasiones abonan a pandemias como la de la obesidad, la diabetes y trastornos cardiovasculares que, en su conjunto, se relacionan con el 70% de las muertes en el mundo -80% de las cuales podrían prevenirse si mejoramos nuestra dieta.
Por el lado positivo, el sector de alimentos es realmente atractivo para inversionistas y emprendedores. Esto se debe a su tamaño y diversidad, pero también a las atractivas áreas de oportunidad para mejorar sus procesos de producción y venta, su marco regulatorio, y el aprovechamiento del comercio electrónico.
Por supuesto, este panorama se ve nutrido por los cambios radicales en patrones de consumo, pues el consumidor busca, cada día más, alimentos y marcas con valores sustentables, mejores nutrientes, empaques atractivos, más seguros y que tomen en cuenta la trazabilidad, conveniencia y accesibilidad.
Los jugadores de la industria alimentaria, por su parte, necesitan incrementar sus márgenes con tecnología agrícola, de procesamiento, distribución y venta.
A la vista tenemos nuevos ingredientes como semillas mejoradas, sistemas robóticos de producción, drones inteligentes para control de plagas y cosechas, coaches digitales, suplementos nutricionales personalizados, uso de big-data e inteligencia artificial y manipulación celular para producir proteína animal, entre cientos de ideas que están liderando esta revolución alimentaria.