La política económica ayudó así a limitar la necrosis del choque económico originado en la pandemia y ello permite anticipar un rebote en el 2021. Un avance del PIB global superior al 5% en el 2021 es factible, particularmente sustentado en los servicios y la demanda interna en países industriales.
Las inquietudes pasarían a lo inflacionario. La recuperación temprana del comercio internacional lleva los precios de las materias primas a niveles por arriba de los prevalecientes antes de la pandemia. A mediados de 2021, estas preocupaciones serán más generalizadas.
El reto para la Fed y otros bancos centrales será determinar si son presiones transitorias o ameritan tasas de interés más altas. Dado que hoy circula en el planeta deuda gubernamental por el equivalente a una cuarta parte del PIB mundial que paga una tasa de interés negativa, esta será la pregunta clave del año.
Me parece que seremos testigos del proverbial juego del sube y baja; banqueros centrales intentando mantener tasas bajas y el mercado empujando al alza si la inflación sorprende.
México ha sido la excepción en términos de respuesta económica. Ello explica un retroceso de – 8.3% en el PIB de 2020 y sugiere rebote modesto en 2021; el consenso de la encuesta Citibanamex propone 3.5%. Me parece que el sesgo en 2021 es a la baja. Nos ha favorecido la recuperación temprana del comercio mundial, pero la demanda interna se mantiene débil.
En términos relativos la brecha ya preocupa: un rezago acumulado de 10 puntos porcentuales respecto al crecimiento promedio mundial entre 2018 y 2021. Bajo estas condiciones ¿Qué debe crecer más rápido, lo que el mundo compra de México o lo que México compra del mundo?
Grosso modo, el neto entre estos dos montos es nuestra cuenta corriente y esa diferencia en velocidades explica su cambio de signo: un déficit por más de 7,000 millones de dólares (mdd) en enero-septiembre de 2019 se transforma en un superávit de 13,000 mdd en el mismo periodo del 2020.
De esta forma, nuestro sector externo se ha comportado como ante el más draconiano de los programas de ajuste de los ‘80. La diferencia es que no hay crisis de balanza de pagos. Es reacción innecesaria y manifestación de la falta de respuesta de política ante un choque real severo.