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El virus de la desinformación

La falta de claridad ante el semáforo de contingencia y la laxitud en las medidas de prevención pueden propiciar un contagio más veloz, señala Antonio Michel.
vie 12 febrero 2021 12:03 AM

(Expansión) - De acuerdo con los datos oficiales al 10 de febrero de 2021, México acumula casi dos millones de casos positivos y más de 169,000 muertes por COVID-19. Un país que representa menos del 2% de la población mundial concentra el 7.1% de las muertes globales por coronavirus.

La letalidad del virus, aunada al sub-reportaje de casos contribuyen a una tasa de mortalidad de 59.2 por millón de habitantes, la decimoquinta en el mundo y la más alta en América Latina. El plan de vacunación ya está en marcha. No obstante, el ritmo, el manejo y la desinformación de la estrategia pueden ayudar al enemigo en vez de derrotarlo.

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En 1990, México era 1 de 7 países autosuficientes en la producción de vacunas. Entre ese año y 2010, las muertes en menores de cinco años decrecieron 64.3%. México había destacado en décadas recientes por su sistema de inmunización de la población, así como la distribución y la aplicación de vacunas.

Ante la crisis sanitaria de 2020, no era tan descabellado esperar que la disponibilidad y el acceso de las vacunas fueran amplios. Sin embargo, recortes presupuestales a los ramos de salud, retrasos en las solicitudes a las compañías farmacéuticas, un desabasto de vacunas y la asignación de las Fuerzas Armadas como únicas responsables de la aplicación, han entorpecido el proceso.

El plan de vacunación contra el COVID-19 inició el 23 de diciembre de 2020. Se anunció que de ese día al 31 de enero habrían recibido 1.4 millones de vacunas. Aun si llegara esa cantidad cada semana, un país de casi 126 millones de habitantes llegaría al 100% de la población en un año y medio.

Casi dos meses después del arranque, sólo se han suministrado 732,000 dosis, apenas el 0.57%; no muy alentador, en especial cuando se compara con países como Israel (67%), Estados Unidos (11%) y Chile (3%). Desde otro ángulo, Estados Unidos tiene la meta de 1.5 millones de vacunas por día y México actualmente aplica 6,300 en promedio.

De continuar con este paso, tomaría más de 70 años vacunar al 70% de la población (Covidvax.live). La exageración estadística no necesariamente refleja lo que ocurrirá, pero sirve como referente.

Hace unos días se presentó un nuevo plan, que plasmaba la proyección conforme el arribo, producción y distribución de los demás laboratorios (Pfizer-BioNtech, AstraZeneca, Serum Instit. India, Covax, Sputnik V y CanSino). Las estimaciones señalan que, en el mejor escenario, al cierre de año contarán con 174 millones de dosis, pero la mayoría requiere dos, por lo que alcanzaría para alrededor de 90 millones de personas (faltarían otros 30). Es mejor ser realista a arrojar promesas que difícilmente se concretarán.

La población más vulnerable es mayor de 65 años. Este grupo conforma aproximadamente 2/3 de las muertes en México. Es comprensible que, tras el personal médico, el segmento prioritario sea el de edad avanzada. De allí surgió la promesa inicial de vacunar a los 12 millones de adultos mayores para mediados de marzo, límite que extendió recientemente el presidente López Obrador ante la imposibilidad de lograrlo.

De nuevo, el problema no radica en la intención, ni en el anuncio, sino en el mal manejo de la información.

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Inicia aplicación masiva de vacunas en México

Las promesas ilusorias y os datos oficiales que pintan un panorama de más esperanza no ayudan. La recuperación del presidente tras contraer COVID, aparentemente sin mayor inconveniente, junto con su renuencia a usar un cubrebocas, envían señales equivocadas a la población.

La falta de claridad ante el semáforo de contingencia y la laxitud en las medidas de prevención pueden propiciar un contagio más veloz, en un momento donde los hospitales públicos y privados están saturados, con una carencia de ventiladores.

El portal de internet para el registro de vacunación presentó fallas para los usuarios y no ofrece claridad sobre los turnos. La incertidumbre dividirá a la población en quienes desconozcan cuándo recibirán su vacuna, quienes tienen la posibilidad de viajar a otro país o conseguirla por otro medio y aquéllas que no deseen vacunarse. Mientras más tiempo pase, aumenta el riesgo de nuevas variantes no previstas por los productos actuales que pudieran rebasar al avance de la cobertura.

La vacuna contra el COVID-19 no es la panacea para la crisis que atravesamos. En este momento, el gobierno no cuenta con recursos económicos ni insumos suficientes para proveer una solución oportuna a la población. Por lo tanto, es imperante la necesidad de continuar con las medidas de prevención, aumentar los cuidados y detener el contagio, mientras se resuelve el desabasto de vacunas.

El mal manejo de la crisis y la desinformación en torno a la realidad pueden ser más dañinos que el virus. Todos los países eventualmente verán un punto de convergencia entre el número de personas vacunadas y el de contagios, lo cual se traducirá en una inmunización colectiva.

El punto y la magnitud del impacto dependerán de la velocidad y la dirección con la que avancen ambos trenes. Aún no es tarde para cambiar de vía y evitar una colisión catastrófica.

Nota del editor: Antonio Michel estudió Relaciones Internacionales en el ITAM, donde es profesor, y tiene una Maestría en Administración Pública por la Universidad de Maxwell. Trabajó casi 7 años en la Administración Pública Federal, en las secretarías de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social, Energía y Gobernación. Su pasión son los asuntos internacionales, los asuntos políticos y la administración pública. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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